Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La fe católica es pública

18 de mayo de 2003


Publicado: BOA 2003, 263.


Hace una semana glosaba las palabras que Juan Pablo II dirigía a los jóvenes católicos españoles en el aeródromo de Cuatro Vientos . Palabras en absoluto aduladoras o fáciles, sino exigentes y que demandan en los jóvenes fortaleza y esfuerzo para superar situaciones personales o ambientales. Hoy mi comentario se centra en otras palabras del Papa dirigidas a la comunidad cristiana española, jóvenes y adultos.

Juan Pablo II, en su homilía de la Misa de canonización de los cinco beatos españoles , refirió cómo Jesús, tras su resurrección, invita a sus discípulos a llevar a cabo una misión difícil y exigente, confiada a hombres y mujeres que aún no se atreven a mostrarse en público por miedo de ser reconocidos precisamente como discípulos del Nazareno. Los beatos canonizados ese mismo día son ejemplo justamente de esa audacia cristiana.

El Santo Padre exhortó con fuerza a los fieles católicos de España a dejarnos interpelar por el maravilloso ejemplo de estos santos. Pero lo que dijo el Papa a continuación en esa homilía muestra el sentido de la exhortación papal: «Al dar gracias al Señor por tantos dones que ha derramado en España, os invito a pedir conmigo que en esta tierra sigan floreciendo nuevos santos. Surgirán otros frutos de santidad si las comunidades eclesiales mantienen su fidelidad al Evangelio que, según una venerable tradición, fue predicado desde los primeros tiempos del cristianismo y se ha conservado a través de los siglos».

Eso es lo que está en juego en nuestra tierra: la transmisión de la fe y la voluntad de que esa fe sea pública y no sea arrinconada en la pura interioridad de las conciencias. Recuerden que fue en esa misma mañana, durante el rezo del Regina caeli cuando Juan Pablo II dijo a los jóvenes: «se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo». Algo que fue contestado rápidamente y rechazado por un columnista afamado, pivote de la “modernidad”, que niega que pueda darse el binomio “hombre moderno/hombre de fe”.

En cualquier caso, el Papa invita a los católicos a no olvidar que la fe católica constituye la identidad del pueblo español, y que conocer y profundizar el pasado de un pueblo es afianzar y enriquecer su propia identidad. «¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia» (Homilia de la Misa de canonización, 5).

Pienso que por no aceptar la fe en su integridad, por padecer cierto complejo ante la llamada pomposamente “modernidad”, el católico español, consciente o inconscientemente, renuncia a dar a su fe dimensión pública y alcance de cultura. El déficit actual en evangelización y en acción misionera en nuestras comunidades tiene mucho que ver con este problema. Algo que sucede también en el resto de Europa, de modo que encuentra dificultad el nacimiento de la nueva Europa del espíritu. A esto exhortó, por cierto, el Papa a nuestros jóvenes en Cuatro Vientos.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid