{\sc Arzobispo} \\ Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

¿Conocen los cristianos \\la vida contemplativa?

15 de junio de 2003


Publicado: BOA 2003, 268.


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Toda vocación a la vida consagrada ha nacido de la contemplación, de esa interioridad que el Papa señalaba hace poco que le falta a nuestra sociedad en este momento que vivimos. De algún modo, toda vocación cristiana, también todas las de los fieles laicos, nace de ese resonar en el interior la llamada de Cristo. Pero esa llamada a la vida contemplativa de nuestras monjas que habitan en los 31 monasterios de clausura de nuestra Iglesia no se explica sin esos momentos de intensa comunión y de una profunda relación de amistad con Cristo, y sin la belleza y la luz que se ha visto resplandecer en su rostro. He aquí la razón más profunda de por qué faltan vocaciones a nuestros claustros: la falta de interioridad.

En la contemplación han madurado nuestras hermanas contemplativas el deseo de estar siempre con el Señor —«¡qué hermoso es estar aquí!» (Mt 17,4)— y seguirlo. Esa es la más importante explicación incluso de la clausura voluntaria de las monjas: madurar y vivir constantemente la vocación contemplativa en esa intimidad con Cristo. Toda realidad de vida consagrada nace cada día y se regenera en la incesante contemplación del rostro de Cristo.

Estoy persuadido de que no conocemos del todo la riqueza que encierra nuestra Iglesia de Valladolid en esos monasterios de vida contemplativa que jalonan nuestra Diócesis. Es lógico, si apenas valoramos la misión que las contemplativas tienen tanto en la comunidad cristiana como en la sociedad: testimoniar la Belleza, la Verdad y la Bondad de Dios Trinidad, siendo una parábola viviente donde Dios siga siendo anunciado y amando como el abrazo misericordioso que Él tiene hacia las preguntas del corazón de los hombres y mujeres de nuestro mundo.

Tampoco entendemos del todo que Jesús pasara noches y mañanas en oración. Nos parece a veces una solemne pérdida de tiempo. Pero de aquel coloquio filial de Jesús con el Padre revertirán después tantos signos y palabras que son, nada más y nada menos, que la Buena Noticia para los sencillos de corazón.

En este día 15 de junio, festividad de la Santísima Trinidad, oremos y apreciemos “a las que oran” de modo continuo por el resto del Pueblo de Dios. Es una manera de reconocer, estimar y agradecer a las monjas el rico patrimonio espiritual que son ellas mismas en nuestra Iglesia. También sería bueno y sumamente interesante hacer en nuestras comunidades cristianas alguna catequesis destinada a conocer la vocación contemplativa tan actual y tan necesaria para la Iglesia, indicando como posibilidad vocacional este género de vida, al que Dios puede llamar a jóvenes de nuestra Iglesia.

La vida monástica es una forma cristiana de seguir a Jesús, la cual, viviendo en comunidad fraterna, busca el rostro de Dios, celebra la alabanza, vive el amor recíproco y el testimonio del Señor para bien de la Iglesia.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid