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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La unidad y la comunión en la Iglesia

29 de junio de 2003


Publicado: BOA 2003, 271.


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En este día de san Pedro y san Pablo, tal vez no hayan caído en la cuenta de que estos dos Apóstoles son los patronos de Roma y, naturalmente, de la Ciudad del Vaticano. En Roma predicaron, allí formaron la comunidad cristiana, y allí murieron casi a la vez, entregando su vida por Cristo. En este día estaré precisamente en la Ciudad Eterna, para recibir del Santo Padre una prenda litúrgica, algo parecido a una estola pequeña hecha de lana de corderos bendecidos por el mismo papa, y que se llama palio.

Es un verdadero signo de la comunión que existe entre Su Santidad Juan Pablo II y los arzobispos metropolitanos y que acontece cada día de san Pedro en la celebración eucarística. ¿Son sólo los arzobispos quienes tienen esa comunión con el Santo Padre? En absoluto. Cualquier obispo, sacerdote, religioso, consagrado y fiel laico goza de esa comunión y debe cuidarla.

Un obispo, en efecto, no elige ser obispo de ésta o aquella Iglesia; acepta ser la cabeza y el fundamento visible de la unidad de una diócesis o Iglesia particular sabiéndose en comunión con el sucesor de Pedro, principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la Iglesia universal, tanto de los obispos del llamado Colegio Apostólico como de la multitud de los fieles.

De modo que cada obispo representa a su Iglesia, y todos los obispos junto con el papa representan a toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad. Siempre he sentido, en estos más de quince años transcurridos desde mi ordenación episcopal en Burgo de Osma, esa vinculación sacramental con el Santo Padre, por encima de sentimientos o de otras consideraciones.

No entiendo mi ministerio episcopal sin estar unido a mis hermanos obispos, miembros de ese Colegio episcopal, y, sobre todo, sin estar unido al papa. Y entiendo ahora mejor que los obispos metropolitanos, llamados arzobispos, pidamos al Romano Pontífice el palio, que no es más que un signo de la potestad de la que, en comunión con la Iglesia de Roma, que nos preside a todos en la caridad, me hallo investido en esta provincia eclesiástica de Valladolid, que comprende las Iglesias particulares de Segovia, Ávila, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Zamora y, naturalmente, Valladolid.

No confundan este palio, que es una insignia pontifical que da el Papa a los arzobispos y a algunos obispos, y es como una estola en pequeño con cruces negras, que pende de los hombros sobre el pecho del arzobispo en algunas celebraciones, de otro palio, especie de dosel colocado sobre cuatro o más varas largas, bajo el cual se lleva procesionalmente el Santísimo Sacramento, o una imagen. En cualquier caso, estén todos seguros de que les tendré muy cerca en san Pedro este día en la tarde: rezaré con fuerza por todos los que componemos la Iglesia de Valladolid.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid