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Crónica

Imposición del palio al arzobispo de Valladolid, Braulio Rodríguez Plaza

29 de junio de 2003


Publicado: BOA 2003, 277.


El domingo 29-6-2003, el arzobispo de Valladolid, Mons. Braulio Rodríguez Plaza, recibió el palio arzobispal de manos del papa Juan Pablo II, en la Basílica de San Pedro de Roma, en una ceremonia que comenzó a las 18 horas y en la que recibieron el palio otros dos arzobispos españoles, Mons. Antonio Cañizares Llovera, de Toledo, y Mons. Francisco Javier Martínez Fernández, de Granada, así como otros treinta y siete arzobispos de Alemania, Estados Unidos de América, Brasil, Costa Rica, Colombia, Madagascar, India, Canadá, Francia, Hungría, Italia, México, Mozambique, Argentina, Ecuador, Grecia, Malasia y Kazajistán. Otros dos arzobispos recibieron el palio arzobispal en sus respectivas sedes de Samoa e Indonesia. Asistieron al acto algunos sacerdotes, fieles y autoridades civiles de las archidiócesis, y el gobierno español estuvo representando por el Ministro de Justicia, José María Michavila.

Anualmente el papa impone el palio a los arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. Este palio es una pequeña tira de tela blanca con seis cruces negras, que se coloca colgando del cuello sobre los hombros, a modo de collar o bufanda, con dos puntas que caen una sobre el pecho y otra por la espalda. Se teje con la lana blanca de dos corderos ofrecidos al papa el día de santa Inés (21 de enero) de cada año, la cual se conserva en un pequeño cofre, guardado en la Basílica de San Pedro de Roma, sobre el lugar en que se encuentra la tumba del apóstol. Sólo pueden llevarlo, sobre la casulla, el papa y los arzobispos metropolitanos. En el Ceremonial de los Obispos se describe el rito de la imposición del palio dentro de la ordenación episcopal, después del anillo y antes de la mitra, y si no, en la misa de recepción del obispo en su diócesis, al principio de la celebración (n. 1149-1155).

En el imperio romano, el palio era un distintivo para aquellos a los que el emperador quería honrar, y luego pasó a distinguir al papa y a los obispos a quien el papa se lo concedía. Hoy se impone a los arzobispos como “signo de la autoridad metropolitana y símbolo de unidad y estímulo de fortaleza” (ibíd., 1154), y lo llevan en las celebraciones más solemnes. El palio expresa la comunión del papa, pastor supremo de la Iglesia Universal, con las Iglesias metropolitanas o Provincias Eclesiásticas, la principal estructura territorial, que a su vez se divide en diócesis.

En el Oriente hay una insignia análoga, el omophorion, más adornado, pero que llevan todos los obispos. Además, desde hace siglos existe la costumbre de enviar el palio desde Roma a los patriarcas y metropolitas orientales católicos. No debe confundirse este palio con el dosel, aguantado por cuatro o más varas, bajo el cual se acompaña al Santísimo Sacramento y a algunas imágenes en las procesiones, que recibe el mismo nombre.