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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

25 años en el caminar de la Iglesia

12 de octubre de 2003


Publicado: BOA 2003, 438.


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El próximo día 16 de octubre, se celebra el 25º aniversario de la elección del papa Juan Pablo II. Una figura de pastor impresionante que, «con su enseñanza y con su ejemplo, nos ayudado a poner con fe, esperanza y amor nuestra mirada y nuestro corazón en Jesucristo» (Nota de la Comisión Permanente de 24-9-2003) . Ya me gustaría a mí que se dijera de mi tarea pastoral, como arzobispo de Valladolid, algo parecido a estas palabras.

Aquel 16 de octubre estaba yo trabajando en una parroquia madrileña como vicario y participé de lo novedoso de la noticia: los cardenales han elegido un papa no romano, venido de Cracovia, en Polonia. Sus primeros pasos en su pontificado los viví en Jerusalén, dedicado al estudio un tanto alejado de la vida diaria de la Iglesia. Pero rápidamente percibí que la tarea de suceder a Pablo VI, tras el breve pontificado de Juan Pablo I, aunque difícil, era emprendida con fortaleza y creatividad por el que había sido arzobispo de una diócesis polaca con una trayectoria valiente.

No es posible ni siquiera resumir estos 25 años del pontificado de Juan Pablo II; sólo quisiera destacar algunos rasgos de su vida como Vicario de Cristo, que os ayuden a dar gracias a Dios por la vida entregada del Santo Padre y os animen a acercaros a la Catedral el día 16 de octubre para celebrar la Eucaristía y cantar las maravillas de Dios, que sigue acordándose de su Pueblo y le ha dado un Pastor tan decisivo que ha acompañado a la Iglesia en el paso del segundo milenio cristiano al tercero, tras celebrar el gran Jubileo de la encarnación del Hijo de Dios, en el año 2000.

Juan Pablo II ha invitado constantemente a releer el Concilio Vaticano II como fuente inspiradora y como “brújula segura” para orientar la actividad pastoral y evangelizadora de la Iglesia. Pero lo ha hecho sin complejos, no arrugándose ante una cultura dominante sin Dios, sacando del Evangelio y la Tradición cristiana fuerza y vida para el momento presente. Juan Pablo II es una figura sin fisuras, bien equipado con una profunda antropología teológica a la hora de abordar los problemas del ser humano, tanto los sociales como los morales y espirituales.

Así, desde la contemplación del amor infinito e incomprensible de Dios hacia cada hombre y mujer, manifestado en Cristo por el Espíritu Santo, el Papa ha recordado que debemos amar a cada persona con este mismo amor, perdonando con generosidad las ofensas de nuestros semejantes y defendiendo los derechos y dignidad de cada ser humano. Esta es la explicación de su oposición a toda guerra y la exhortación constante a una globalización de la solidaridad, que él llama «civilización del amor».

Aquí está también la explicación del ingente ministerio de la palabra en infinidad de encíclicas, exhortaciones y discursos y su constante viajar por la solicitud por las Iglesias y aún por todo el mundo, que le ha llevado a un agotamiento físico, que él no disimula, pues lleva su ancianidad con enorme dignidad.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid