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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La tarea pastoral

26 de octubre de 2003


Publicado: BOA 2003, 440.


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Estamos todavía en los primeros compases del curso pastoral, pero tal vez ya hemos comprobado la dificultad que tiene nuestra tarea. Es preciso, pues, exhortar a la firmeza y a la resistencia ante el trabajo que lleva consigo la catequesis, el anuncio del Evangelio, la pastoral de la salud, el servicio a los pobres, la animación de la fe de los jóvenes o la pastoral de la familia.

¿Qué es bueno tener en nuestra mente, todos los que trabajamos en el ancho mundo de la comunidad cristiana? Es muy bueno volver los ojos a Jesús y ver qué hizo Él cuando mandó a sus discípulos de dos en dos a predicar el Evangelio. Él nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación o de la tarea pastoral.

Nuestros contemporáneos están viviendo con nosotros situaciones complicadas, que afectan mucho a la vida de fe, lo cual exige de nosotros, los que queremos trabajar en la viña del Señor, una serie de cualidades y perspicacias. Por ejemplo, hemos de tener muy en cuenta que, si Jesús mandó por delante a los suyos para que fueran a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él, eso significa que el Señor viene detrás de sus predicadores. Es decir, que habiendo precedido nuestra predicación o catequesis, o actividad caritativa o trabajo con los enfermos, viene entonces el Señor a la morada interior, cuando ésta ha sido preparada por las palabras de nuestra exhortación, que han abierto el espíritu de nuestros destinatarios a la verdad.

Recordad aquello del profeta Isaías a los predicadores: «Preparad el camino al Señor; allanad una calzada para nuestro Dios». Por eso les dice también: «Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso». Sube Él sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. De modo que nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando anunciamos su gloria, para que Él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.

En este tiempo nuestro es preciso saber con toda claridad que es el Señor quien cambia los corazones y es el Espíritu quien hace cristianos; nosotros, preparados con todo tipo de recursos, sólo sembramos y esperamos con confianza, porque el Señor no nos dejará. Hay que anunciar y hacerlo con alegría y con confianza, porque siempre habrá resistencia a la acción de Cristo. Es natural, pues se trata de vivir su vida, no la que pregona cada día una cultura dominante que cree tener la clave de la felicidad.

Nada de desaliento, pues sabemos de quién nos hemos fiado. Por otro lado, nuestros monasterios y tanta buena gente de nuestros mayores oran con insistencia para que las nuevas generaciones vean la belleza de la vida cristiana, que es capaz de llenar lo que no pueden tantas realidades de nuestro mundo: el corazón humano, que sólo descansa en Dios.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid