Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

¿Por qué las personas se drogan?

9 de noviembre de 2003


Publicado: BOA 2003, 480.


Muchos se preguntan: ¿qué saca la gente que se droga? ¿No saben que les perjudica? ¿No ven que aquél o aquélla que se droga se están destruyendo a sí mismos y a los que viven con él o ella? Muchas otras preguntas se hacen nuestros ciudadanos, pues muchos no se explican cómo no puede erradicarse este mal del que se ocupa todo un Plan Nacional sobre Drogas, y que en Valladolid moviliza a mucha gente de un barrio de nuestra capital.

El problema de la droga evidentemente es muy complejo y no se puede ser simplista a la hora de abordarle. Pienso, sin embargo, que mucha relación existe entre drogadicción y pérdida de sentido de la vida en nuestros contemporáneos; los loables esfuerzos que se hacen por erradicar este mal pueden ser en vano si no se considera este hecho de la pérdida de sentido ya en adolescentes y jóvenes de nuestros barrios, pueblos y ciudades.

Cuando se presente un caso abusivo de consumo de drogas, el problema, con frecuencia, vendrá de muy atrás, aunque no se manifieste hasta la adolescencia. Esta edad es clave, pues con frecuencia un chaval empieza a salir con sus amigos y debe enfrentarse a nuevas pruebas, para las que no está siempre preparado. Por ejemplo, al empezar Secundaria, un chico de 12 años se encuentra de pronto en un centro con otros de 15 ó 16, que ya han probado alguna droga. Quiero decir que la escuela puede y debe ser un espacio de prevención, pero puede también ser un espacio de riesgo.

Con frecuencia también los adolescentes, si no son educados en otros valores, son egoístas, pasotas, no les interesa más que lo suyo, no entienden que en la vida hay que asumir responsabilidades, que hay que respetar a los demás... Están en peligro de acostumbrarse a recibir con la droga una recompensa instantánea, sin tener que hacer ningún esfuerzo. Es el momento preciso de enseñarles a disfrutar de las cosas sencillas de la vida: a disfrutar de un paseo por el campo, a divertirse haciendo deporte con otros chicos, a ocuparse de actividades a favor de los demás.

Hay que enseñarles, por medio de estas u otras actividades, que la vida es un recorrido largo, que a veces los resultados llegan después de mucho tiempo y esfuerzo, que se es más libre cuando se es más responsable. Es el momento, si esos chicos y chicas están en un grupo parroquial de catequesis o de tiempo libre, de enseñarles temáticamente todo el proceso que desemboca en muchos muchachos a la adicción a las drogas; y hacerlo paso a paso, ayudándose si es preciso de instituciones civiles que existen en nuestra sociedad para estos problemas, y hacerlo antes de que sea tarde.

¿Cómo deben reaccionar unos padres que se encuentran con que un hijo ha consumido drogas? Ante todo, mantener la cabeza fría, pues el miedo y la angustia no ayudan nada. Hay madres que lo ocultan para que no se entere el padre, no sea que castigue al chico... eso es lo peor que se puede hacer. Hay que buscar el momento de hablar con el chico, abriendo un espacio de confianza con él, para ver qué está sucediendo. Y pedir información a profesionales y educadores, pues el chico todavía no es un adicto, sólo uno que está jugando con drogas, y hay que ayudarle a distanciarse de ello.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid