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Braulio Rodríguez Plaza

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Artículo

Soluciones “pro” vida

8 de noviembre de 2003


Publicado: BOA 2003, 513.


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«Soy madre soltera, tuve a mi hija a los 19 años, en plena carrera»: así comienza el testimonio de una mujer; y que prosigue: «me quedé embarazada a la vez que mi madre y lo primero en que pensé fue en abortar. La primera amiga a la que se lo conté, lo primero que hizo fue darme una tarjeta de una clínica abortista además de ofrecerse a acompañarme. Me contó que lo había hecho hacía unos meses y lo “fácil” que era».

¿Cuántas historias con un comienzo semejante a éste podrían contarse? Me refiero a las reacciones de sus protagonistas: «lo primero que pensé», «la primera amiga», «lo primero que hizo»... Es así; la cultura dominante ve como un enorme problema el embarazo y “lo primero”, lo espontáneo, lo inmediato es el rechazo. Esta es la óptica que parecen haber comprendido las asociaciones “Provida”: se posicionan en la cuestión del aborto, por un “pro”. Y se dan cuenta de que muchas mujeres optan por la maternidad en medio de inseguridades laborales, afectivas, familiares o económicas, lo cual implica cierta insolidaridad social y constituye una forma de discriminación.

Estas asociaciones Provida tienen, por ello, entre sus fines ayudar de manera positiva a la mujer necesitada que opta por la maternidad; promover una cultura integral a favor de la vida; canalizar los deseos y aspiraciones de ayuda a los demás a través de un centro social de acogida; prestar ayuda gratuita y desinteresada a todos los que se encuentran en situación de desamparo en el alumbramiento o tránsito de la vida, etc.

El voluntario/a de Provida asiste a la mujer embarazada con dificultades y le hace entender lo grandioso de ser madre tanto con ayudas concretas como con programas de formación. La solución del “problema” pasa, pues, por un compromiso de solidaridad. Y, mientras desde el ámbito público no haya suficientes medidas de apoyo a esta “maternidad desamparada”, Provida aporta su granito de arena desde la iniciativa privada, mediante un servicio de asistencia gratuita, pero con cifras elocuentes: en la décadas de los 80/90 y en lo que llevamos de siglo nacieron más de 21.000 niños. Hoy acaban un Congreso en Madrid sobre la vida humana en un mundo globalizado. Merecen un gran aplauso.

Si volvemos a la chica de nuestra historia, que en un principio lloraba y lloraba, ella confesó: «Creía que tendría que renunciar a mí misma. No es así, no renuncias ni a ti, ni a la vida, ni a los amigos, ni a la familia, ni a nada de nada. Acabé mi carrera, trabajo, me estoy comprando una casa... y algo que supera a todos estos bienes: soy feliz».

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid