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Braulio Rodríguez Plaza

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Artículo

El camino del hombre

15 de noviembre de 2003


Publicado: BOA 2003, 514.


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El hombre y la mujer que pueblan nuestra sociedad con frecuencia se encuentran en encrucijadas de la vida que les dejan perplejos y sin saber cómo caminar. Precisamente porque nuestra vida sufre en exceso de marketing y, si fallan las leyes del mercado, las modas o las arenas movedizas de un comportamiento que ha de tener en cuenta siempre lo que otros diseñan y no se ha hecho «carne de nuestra carne», el ser humano se desmorona y se deprime.

Acontece igualmente en muchos humanos que, acostumbrados a seguir el mismo camino siempre, caen en rutina y se hacen incapaces de dirigir su mismo destino en una historia que necesariamente tiene cada vez un aspecto nuevo o novedoso. Pero hay una categoría en el universo judío y cristiano que evita ambos escollos —el desmoronamiento por falta de fundamento y la rutina que estanca—. Se trata de una categoría que proviene a la vez de una sana antropología y del mundo de la vida de la Biblia: el retorno.

El retorno se encuentra en el centro de la concepción judía y cristiana del camino del hombre, que tiene poder de renovar a éste desde el interior y de transformar su ámbito en el mundo de Dios, hasta el punto de que el hombre del retorno es ensalzado en el mundo bíblico por encima del santo perfecto, el cual no conoce el abismo del pecado. ¿Qué significa aquí “retorno”?

Es algo mucho más grande que arrepentimiento y penitencia; significa que el hombre que está extraviado en el caos del egoísmo —en el cual él mismo era siempre la meta a alcanzar— encuentra, a través de un viraje de todo su ser, el camino hacia Dios, a saber: el camino hacia la realización de la tarea particular a la que Dios le ha destinado precisamente a él, ese hombre o mujer particular. Y que no consigue con sus solas fuerzas.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid