{\sc Arzobispo} \\ Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

Imprimir A4  A4x2  A5  

Artículo

Los días y los tiempos

29 de noviembre de 2003


Publicado: BOA 2003, 515.


\documentclass[a4paper, 12pt]{article} \usepackage{larva} \usepackage{charter} \usepackage{titlesec} \usepackage{amssymb} % Para \blacksquare \titleformat{\section}{\centering \Large \color{blue} \bf}{}{0mm}{} %\setlength{\parindent}{0mm} \setlength{\parskip}{2mm} %\hyperbaseurl{http://www.archivalladolid.org/} % agenda.php?DI= . date ('Y-m-d') . \&Evento=} % \includegraphics[width=0.15\textwidth]{../arzobispado.jpg} \begin{document}

Ciertamente que los seres humanos no vivimos los días y los tiempos siempre del mismo modo. Matemáticamente todas las horas tienen sesenta minutos, las semanas siete días o el año doce meses, más o menos; pero la intensidad de estos o aquellos momentos no es semejante. Si quiero encontrarme con un ser querido, los minutos me perecen larguísimos días; si espero a que termine un día feliz, cortos son todos los momentos.

¿Entrará la fe religiosa en estos temas tan humanos? Una lectura atenta de la Biblia nos hace caer en la cuenta de que Dios ha mostrado que tiene una concepción del tiempo: se habla de plenitud del tiempo, de final del tiempo, de tiempo favorable, de tiempos de tribulación o de liberación. ¿No se sometió Cristo al tiempo? ¿Qué hace Él cuando se nos acaba el tiempo? ¿Tendrá remedio para el tiempo que pasa tan deprisa? Hasta en el pensamiento marxista se habla de escatología (‘lo que trata de lo último’), como mística para alcanzar lo que la lucha de clases quiere conseguir.

Claramente hay que decir que para los cristianos, desde lo ocurrido en Israel hace veinte siglos con el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, hasta el final de los tiempos, todos los años son iguales. Nos encontramos, en efecto, en los últimos tiempos; entre un “ya”, acaecido en Jesucristo, y un “todavía no”, esperado por toda la humanidad.

Para nosotros, los “últimos tiempos” no tienen nada de amenazador, ni de catastrófico para el hombre ni para la creación: no son el chronos que devora a sus hijos, sino el tiempo propicio iniciado en Cristo y que cualifica a todo el resto del tiempo. Es tiempo favorable para acoger la fe y el encuentro con Jesús y vivir de ella. Si Dios está en el inicio de mi tiempo, si su Hijo Jesucristo está en la plenitud del tiempo, ¿cómo podría no estar al final de mi tiempo? Nuestros días tienen, seguro, un término, pero tienen una finalidad: el encuentro con el Dios que viene. Lo llamamos vida eterna.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid