Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta mensual

Aliento y fortaleza para un nuevo año

Enero de 2004


Publicado: BOA 2004, 3.


Cuando ustedes lean esta carta, estaremos ya disfrutando de un año nuevo, una nueva muestra del amor de Dios a los hombres y mujeres que poblamos este mundo. No se habrán acabado los problemas, aunque nos haya tocado la lotería. Continuaremos con la necesidad de abordar esos problemas con nuestro empuje y nuestro propio amor, bien se trate de problemas personales, familiares, de empresa, de trabajo o de intentar llegar a fin de mes con cierta dignidad y holgura o, al menos, sin números rojos.

Pienso que un cristiano debe contar con la ayuda del cielo, es decir, con la ayuda de Aquel que nos ama y nos ha enviado su Hijo. El Evangelio, los Sacramentos, la oración y la ayuda fraterna son algo siempre a nuestra disposición. Permítanme ustedes ofrecerles algún acento a tener en cuenta en este inicio de enero:

La paz es posible. Así lo afirma ese incansable defensor de la paz que es Juan Pablo II en su mensaje del 1 de enero : «Me dirijo a vosotros, Jefes de las Naciones, que tenéis el deber de promover la paz. A vosotros, Juristas, dedicados a abrir caminos de entendimiento pacífico, preparando convenciones y tratados que refuerzan la legalidad internacional. A vosotros, Educadores de la juventud, que en cada continente trabajáis incansablemente para formar las conciencias en el camino de la comprensión y del diálogo».

«Me dirijo también a vosotros, hombres y mujeres que sentís la tentación de recurrir al terrorismo como instrumento inaceptable, comprometiendo así, desde la raíz, la causa por la cual estáis combatiendo. Escuchad todos el humilde llamamiento del sucesor de Pedro que grita: ¡Aún hoy, al inicio del nuevo año 2004, la paz es posible! Y si es posible, la paz es también una necesidad apremiante».

2º La Navidad nos ha recordado de nuevo la manifestación del amor de Dios que se hizo hombre; el Todopoderoso se hizo niño pobre y débil en el seno de una familia. Y las raíces más hondas de la familia se encuentran en Dios creador, que hizo al hombre y a la mujer a su imagen, les llamó al amor y a la comunión, e hizo fecunda su unión en los hijos.

Esta hermosa realidad de la familia está en peligro de ser entendida desde un relativismo ético. La familia es una institución cuyos elementos constitutivos y sus perfiles están definidos por la historia y por lo que el ser humano es. Por tanto, si se quiere institucionalizar —y se quiere— otras formas de relación hombre-hombre, mujer-mujer, hombre-mujer, que no se empleen referencias a la familia tal y como todo el mundo la entiende.

Que se usen otras expresiones, que no se diga que eso es una familia. Eso no es una familia, es otra cosa. Cómo haya que tratar jurídicamente este tipo de uniones y relaciones es una cuestión a debatir, pero hay que empezar por ser honrados terminológicamente. Social y jurídicamente eso ni es, ni puede ser una familia.

Si hemos disfrutado de paz y hemos vivido en Navidad una buena experiencia de familia, entenderemos mejor lo que vale la una y la otra y defenderemos el gran don que ellas representan también en 2004.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid