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Braulio Rodríguez Plaza

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Artículo

Educar para la paz

3 de enero de 2004


Publicado: BOA 2004, 24.


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Como en otros comienzos del año, en este 1 de enero nos ha llegado el mensaje apremiante a favor de la paz en el mundo del Papa , viejo luchador que no se rinde y sigue insistiendo: «¡Aún hoy, al inicio del nuevo año 2004, la paz es posible! Y, si es posible, la paz es también una necesidad apremiante». Este año, como la guerra nunca soluciona nada, Juan Pablo II siente el deber de invitar a los hombres y mujeres de cada continente a celebrar una nueva Jornada mundial de la Paz. Y es que la humanidad necesita más que nunca reencontrar la vía de la concordia, al estar estremecida por egoísmos y odios, por afán de poder y deseos de venganza.

¿Cuál es el contenido de este mensaje dirigido para que los hombres de buena voluntad reflexionen, a la luz de la razón y de la fe, sobre los diversos aspectos de una convivencia ordenada? Formarnos para la paz. Los cristianos debemos sentirlo como una característica de nuestra religión, pero es un deber para todos los amantes de la paz: educar a las nuevas generaciones en estos ideales.

Hay que educar en la legalidad, enseñando a los pueblos a respetar el orden internacional y observar los compromisos asumidos por las Autoridades que representan legítimamente a los pueblos. Hemos de creernos que el derecho favorece la paz: pacta sunt servanda (los acuerdos firmados libremente deben ser cumplidos). Hay que apartar la tentación de apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho.

El Papa afirma categóricamente que es preciso reconocer que la ONU, incluso con límites y retrasos debidos en gran parte al incumplimiento por parte de sus miembros, ha contribuido a promover notablemente el respeto a la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo. Pero hace falta una reforma de la ONU que capacite a esta organización para funcionar eficazmente, «pues la humanidad, enfrentada a una etapa nueva y más difícil de su auténtico desarrollo, necesita hoy un grado superior de ordenamiento internacional».

Alude también Juan Pablo II a un hecho nuevo que pone en dificultades al derecho internacional para ofrecer soluciones a las situaciones conflictivas: los agentes de los conflictos no son siempre los Estados, sino entes no asimilables a las características tradicionales de un Estado: los grupos terroristas nacionales e internacionales. Lo cual hace más compleja la solución. Pero un Estado, pese a ello, no debe renunciar a los principios de un Estado de derecho.

Como ven los lectores, el problema no es fácil y el Papa nos pide orar y poner en práctica la civilización del amor, ya que la justicia ha de complementarse con la caridad. Por sí sola, la justicia no basta. Ahí está la necesidad del perdón, pues no hay paz sin perdón. ¡Qué terrible que todavía no hayamos superado la ley del talión! «Todo lo puede el amor»: así finaliza el viejo Papa su mensaje. ¿Alguien querrá aceptarlo y vivirlo?

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid