{\sc Arzobispo} \\ Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Persona y Comunidad \\cara a la Cuaresma (I)

29 de febrero de 2004


Publicado: BOA 2004, 14.


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Llega la Cuaresma, la Cuaresma de este año, que es distinta de la de años pasados. ¿Qué hacer...? Cuanto más avanzan los años, más vertiginosamente vuela el tiempo. Se ha presentado de repente el miércoles de Ceniza y, pronto, nos daremos cuenta de que estamos en Ramos y el domingo siguiente es Pascua. Las actividades en que estamos metidos los hijos de la Iglesia —laicos o clérigos— nos comen el tiempo. Llega la Cuaresma y uno quiere organizarse y tomar con más seriedad el pulso de la vida cristiana. ¿Qué hacer...?

Preguntémonos primero dónde y cómo estamos situados para sabernos en esa doble dimensión de persona y comunidad y acertar responsablemente en la vivencia de una Cuaresma en serio. Empecemos por lo personal.

¿Te es posible un retiro inicial de Cuaresma o, al menos, un rato largo de oración, lectura y reflexión? En él podemos apuntalar clavijas de nuestra vida personal: cómo van las confesiones de mis pecados; qué tal los ratos que dedico a la oración; en Cuaresma podría obligarme a orar con el Vía Crucis, además de algunas lecturas formativas, ya que me encuentro tan disperso en lo inmediato. Aparte de ello, en la austeridad personal: vino o licores, tabaco, horas de sueño, TV. Estas cuentas van pasando por la cabeza de uno. Está bien, pero con esa pizarra delante no damos todavía en la diana. Seguramente una Cuaresma así programada nos dejará insatisfechos. Tiene que haber más.

¿Es para mí la Cuaresma una oferta de salvación? ¿La asumo como un acontecimiento de fe, dentro del cual yo me puedo zambullir, pues es tiempo oportuno que Dios me concede? Si la respuesta es positiva, entonces sí que he dado en el blanco y puedo tomar la realidad a fondo y con la gracia de Dios emprender un camino cuaresmal. ¿Cuál? La seriedad de la vida humana requiere una revisión plena de nosotros mismos, bajando en lo que podamos al misterio de nuestro corazón. Esta es la tarea de una Cuaresma sincera: entrar en un análisis insobornable del propio corazón y ponerlo a descubierto ante el rostro de Dios. Necesitaremos para ello, al menos como confrontación, la ayuda de alguna persona, sacerdote, religioso, experta en humanidad y en espíritu, con quien podamos comunicarnos sin rubor.

Si queremos que nuestro corazón sea bañado en la verdad, debemos decidirnos a algo absolutamente serio. No se trata de arreglillos o maquillaje. Una Cuaresma auténtica, como proceso catecumenal de purificación e iluminación de mi Bautismo, se juega en estos niveles personales. A ellos os animo y me animo a mí mismo. Lo necesitamos.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid