{\sc Arzobispo} \\ Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Persona y Comunidad \\cara a la Cuaresma (II)

7 de marzo de 2004


Publicado: BOA 2004, 81.


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¿Recuerdan que la semana pasada hablábamos de la dimensión personal de la Cuaresma, señalando aspectos prácticos que nos ayuden a centrarnos en este tiempo litúrgico favorable? Algo similar hay que decir con respecto a la comunidad, mi comunidad, en el camino cuaresmal. Hablo, pues, ahora de la comunidad que acapara mi vida, como es mi familia o mi grupo apostólico o de vida; no olvido, sin embargo, la comunidad más dilatada que es la parroquia.

Habrá primero que tener cuidado, pues la comunidad puede organizar el tiempo de Cuaresma y darle un aire distinto del que tiene habitualmente. Puede la comunidad decir, por ejemplo, que los viernes, por diálogo y acuerdo de los hermanos, habrá tales privaciones en la mesa, para ayudar con el dinero de la privación a los necesitados, y que además se vivirá con intensidad el Vía Crucis, como ejercicio de piedad. Todo lo bueno es bueno y loable, pero si no arranca del centro de mi persona puede ser un andamiaje deleznable. Se precisa, otra vez, volver a las preguntas esenciales.

¿Qué quiere decir para mi comunidad, ahora y aquí, conversión al Señor? Porque un sinfín de actos espirituales, o un recorte de satisfacciones corporales, no operan por sí el cambio que se llama conversión cuaresmal. Acaso ésta comience cuando un día explota una tensión que hacía a los miembros de la comunidad educados y recelosos. Una Cuaresma a fondo de un grupo cristiano es sin comparación más que un programa de actos espirituales y de penitencia.

Una Cuaresma es volver el rostro al Señor. Una Cuaresma es un desafío a nuestra fe, al diálogo sincero con nuestros hermanos en un proyecto de vida evangélica o más evangélica.

Aplíquese cada uno en su situación personal y comunitaria —conyugal y familiar, comunidad de vida consagrada, grupo apostólico y de vida, comunidad parroquial— el criterio de sinceridad que es el último consejo. Yo sólo puedo darles desde aquí pistas. Pero pistas en búsqueda de la verdad de Cristo Jesús, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió y resucitó. En realidad ese Misterio Pascual, su vivencia y sobre todo su conmemoración en este año 2004, es siempre la meta de nuestra Cuaresma.

Tiempo oportuno, el “hoy” de la salvación para nosotros en esta Pascua 2004, que preparamos en la Cuaresma, esa institución de la Iglesia que es de origen apostólico, y que, enriquecida por la tradición eclesial, nos ayuda a ponernos en disposición de celebrar la fiesta de las fiestas: la Pascua del Señor, que nos dio la vida por los sacramentos pascuales.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid