Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta semanal

Actitud de escucha y de sincera conversión

21 de marzo de 2004


Publicado: BOA 2004, 85.


«Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,4.6.18). Estas son las palabras que por tres veces dirige Jesús a cada uno de nosotros al inicio del itinerario cuaresmal. Este camino está ya en su cuarta semana y es bueno preguntarnos: ¿Cómo vamos? ¿Cómo está nuestra disposición a acoger y a traducir en decisiones personales, concretas, la adhesión a Jesucristo?

«Convertíos y creed en el Evangelio», hemos escuchado al imponernos la ceniza. Unas palabras que nos invitan a entrar en la Cuaresma con actitud de escucha y de sincera conversión. Por eso el Evangelio subraya que el Señor ve en lo secreto, es decir, escruta el corazón. Es realmente precioso que sólo nuestro Dios nos conozca de este modo, porque su misericordia es garantía de que nuestra más profunda intimidad no es traicionada. Por eso abrir el corazón al Dios que tan bien nos conoce es una posibilidad magnífica de sanarnos, si el pecado nos acusa. Él ama como padre y madre a la vez y nos guarda. Los gestos externos de penitencia tienen, por ello, valor si son expresión de una actitud interior, si manifiestan la firme voluntad de apartarse del mal y recorrer la senda del bien.

¿No tenemos en ocasiones nostalgias de un vivir una vida más auténtica, de elevarnos a metas más altas? Estoy seguro de que es así. Jesús nos ofrece esa posibilidad. Pero ello implica necesariamente sacrificios y renuncias, que no pueden compararse, sin embargo, con el valor que tiene la vida que el Señor nos ofrece. Volverse a la casa paterna significó en el hijo pródigo, sin duda, emprender un camino de vuelta y aceptar que tal vez su padre le tratara como a uno de sus jornaleros; pero el abrazo del padre, su mandato de matar el novillo destinado para el banquete de ocasiones singulares, el anillo puesto de nuevo en su mano, ¿acaso podía él imaginárselo? Y la presunta injuria que, según el hijo mayor, le hace el padre por el perdón de su hermano, ¿puede compararse con la alegría de recobrarlo y compartir la alegría del padre?

Hace falta, pues, reducir el equipaje a lo esencial para que el viaje hacia Dios no sea pesado, y estar dispuesto a afrontar dificultades y superar obstáculos para alcanzar el objetivo fijado, pero ¿no es recompensa más grande ser discípulo de Jesucristo y disfrutar de su presencia? Será necesario renunciar a sí mismos, tomar la cruz y seguir a Jesús, pero ¿no recompensa comprobar que hay más alegría en dar que en recibir, como Él nos dice? Nos falta comprobar con más frecuencia las delicias que nos proporciona nuestra fe y el seguimiento de Jesucristo, la paz y seguridad que nos trae la fe católica y ser hijos de la Iglesia. Pienso que de nuevo tenemos la posibilidad de experimentar todo esto con la celebración de la Pascua, renovándonos por los sacramentos pascuales y la reconciliación sacramental con la confesión personal de nuestros pecados. No dejemos pasar la ocasión.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid