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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

El pórtico

4 de abril de 2004


Publicado: BOA 2004, 87.


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El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. La celebración de este domingo es como un resumen introductorio de lo que vamos a ir celebrando de forma más pormenorizada a lo largo de todos estos días. El día de Ramos, en efecto, celebramos ya a Cristo triunfador que vence glorioso la hostilidad de la muerte y del pecado. De ahí esos elementos de aclamación que aparece en la procesión de ramos que es procesión, y que tiene su prolongación en la procesión que sigue a la Misa en la Catedral. Pero no estamos ante algo anecdótico: lo que interesa es provocar en la asamblea que celebra una actitud exultante de júbilo y de alabanza a Cristo que hoy entra en la Jerusalén del dolor y de la pasión como Señor y Mesías.

Ciertamente no se trata de anticipar al día de Ramos lo que celebraremos en la noche de Pascua: la gloria del Resucitado. Se trata de una anticipación resumida, moderada. Pero suficiente para que la lectura de la Pasión no acapare de manera exclusiva el interés de los que celebran la Misa. Es evidente que este domingo de Ramos es un día del Señor cualificado. Como cada domingo, hoy celebramos a Cristo glorioso, constituido por su resurrección Señor de la vida y de la muerte. Pero ese rito solemne y popular de los ramos y las palmas, que se bendicen, apuntan a otra realidad más importante: la actitud exultante de todos que nos impulsa a aclamar al Señor.

«Aceptemos todo por amor al Verbo, imitemos a través de nuestros sufrimientos la Pasión, honremos con nuestra sangre a la Sangre, llevemos decididos la cruz. Si eres Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Maestro. Si, como el ladrón, estás en la cruz, con honradez reconoce a Dios: si Él, por ti, por tus pecados, ha sido contado entre los pecadores, tú, por Él, hazte justo. Adora al que por tu culpa ha sido colgado de un madero. Y si tú estás crucificado, saca alguna ventaja de tu maldad. Compra la salvación con la muerte, entra en el paraíso con Jesús, para comprender desde qué altura habías caído.

Si eres José de Arimatea, pide el cuerpo a quien lo crucificó. Haz tuyo el cuerpo que ha expiado los pecados del mundo. Si eres Nicodemo, el adorador nocturno de Dios, úngelo con los ungüentos para la sepultura. Si eres María, o la otra María, o Salomé, o Juan, llora con las primeras horas del día... Imita a Pedro o Juan, corre al sepulcro... Si llegas el primero, vence en amor, no te quedes mirando fuera, ¡entra!» (san Gregorio Nacianceno).

Día hermoso el domingo de Ramos, con ese tinte de drama por la pasión del Señor; día claro por las aclamaciones al Mesías, pero oscurecido porque los que aclaman el domingo, condenan el viernes. Entremos con él en esta Semana Santa.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid