Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Dignidad de la persona que trabaja

2 de mayo de 2004


Publicado: BOA 2004, 210.


Estamos en el inicio del mes de mayo, en plena Pascua, que nos ha devuelto la dignidad que nos quitó el pecado, al que nos llevó nuestra debilidad y el padre de la mentira, el tentador. Cristo muerto y resucitado es garantía de lo que vale el ser humano. Todo ser humano. «Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana... El ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo, y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser considerado y tratado como objeto utilizable, un instrumento, una cosa» (Juan Pablo II, Christifideles laici, 37).

El Primero de Mayo, fiesta reivindicativa de los trabajadores, puede considerarse, desde la perspectiva cristiana, también con esta proyección: muchas personas están subordinadas, en su trabajo, al criterio de la máxima ganancia, precisamente por una concepción del trabajo que no es cristiana, ya que degrada y niega de hecho la propia dignidad del trabajador.

Si una sociedad marcha bien o no, nos lo indica este dato: en esa sociedad se viven unos valores concretos que tienen que ver con el respeto a la dignidad de tales personas, con el grado real, no ideológico, de solidaridad y de justicia, con la igualdad básica de los que son iguales ante Dios y la ley de los hombres. En este sentido, los cristianos deben saber muy bien que la fe católica nos impulsa en esta dirección: toda persona es sujeto de derechos y deberes, toda persona es criatura e hijo de Dios. Si esto no se cumple en la vida de los católicos, habrá que dudar seriamente de la calidad de su fe.

Y sigue habiendo entre nosotros quienes sufren por el paro, sobre todo el de las mujeres, jóvenes e inmigrantes, que viven en la inseguridad a causa tantas veces de los llamados “contratos-basura”; los que se ven empujados a realizar trabajos en economía sumergida para completar un salario indigno; los pensionistas con pensiones insuficientes; los que han sufrido accidentes y enfermedades laborales, que pudieron ser evitados con más seguridad en el trabajo. La pregunta entonces es: ¿es el primer valor de la actividad laboral la máxima rentabilidad económica, a costa de lo que sea?

Hay toda una sensibilización por hacer y una tarea a realizar en las comunidades cristianas en este campo, que cae dentro del aspecto social que la fe cristiana contiene. El seguimiento de Jesucristo no aparta de esta preocupación. El Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera de nuestra Iglesia de Valladolid trabaja en esa sensibilización en las comunidades cristianas, parroquiales o no; también desea mantener vivo el interés por estos temas profundamente humanos que cualquier católico medianamente inquieto y comprometido debe asumir, como signo de la fe que ha recibido.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid