Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

El mundo obrero sigue existiendo

21 de noviembre de 2004


Publicado: BOA 2004, 524.


Este domingo celebramos que Jesucristo es rey del universo: el que más ha dado, el Señor, es quien más gloria debe recibir. Además Jesús es el Hijo de Dios. ¿Qué puede significar esto para nosotros? Muchas cosas, pero podemos ceñirnos a una: ser cristiano, seguidor de Jesucristo, significa que no soy yo quien pongo las reglas del juego en mi vida, jugando a mi manera, sino que es Cristo quien pone esas reglas del juego y nosotros las seguimos. Es algo extremadamente simple, pero muy luminoso, como veremos.

Quien sea cristiano estará interesado por todos los grandes problemas humanos y, en su medida, querrá poner solución a ellos, acogiéndolos en su corazón. Pongamos un caso: sigue existiendo el mundo obrero y sus problemas, los problemas de hombres y mujeres concretos. Es verdad que su rostro ha cambiado, y que el mundo del trabajo tiene menos conciencia obrera. Pero ahí están la exclusión social, los problemas clásicos de la industria o los servicios, los del campo y los de la emigración. El mundo del trabajo lo forman los que trabajan legalmente o los que tienen que hacerlo en la economía ilegal o sumergida, la gente fija y los eventuales o en el paro, los que tienen contratos de corta duración o intermitentes; están también los de alta cualificación profesional que no tienen trabajo y los que no tienen ninguna y tampoco posibilidad de trabajar. Hay precariedad, en definitiva, problemas humanos.

Recuerdo que en noviembre de 1994 los obispos españoles publicábamos un documento, “La pastoral obrera de toda la Iglesia”, que lógicamente hacía mucho hincapié en la Doctrina Social de la Iglesia, pero sobre todo indicaba propuestas operativas interesantes, que me parece no han sido tenidas en cuenta en la pastoral ordinaria de nuestras comunidades. Son más de treinta, que afectan a todos los miembros de la Iglesia y a sus instituciones: parroquias, arciprestazgos, grupos y movimientos eclesiales.

Sería interesante, primero, que se volviera a leer el documento, aunque nada más fuera para ver que los obispos no hablamos sólo de algunas cosas, como algunos afirman; después, el interés permitiría ver posibilidades para tratar estos temas, al menos en determinadas ocasiones a lo largo del año, en cualquier comunidad cristiana que se precie: parroquias, asociaciones, grupos, movimientos. No es tan difícil programar algún encuentro, por ejemplo en las parroquias, con la ayuda del Secretariado de Pastoral Obrera de nuestra Diócesis y entrar, cuanto menos, en lo que se cuece en este mundo, sus luces, sombras, preocupaciones, dolores y aspiraciones.

Cito, para finalizar, un texto de Juan Pablo II: «Los pobres (...) aparecen en muchos casos como resultado de la violación del trabajo humano; bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo —es decir, por la plaga del desempleo—, bien porque se desprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia» (Laborem exercens, 8).

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid