Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Visita ad limina apostolorum 2005

Visita ad limina apostolorum (II)

23 de enero de 2005


Publicado: BOA 2005, 26.


El domingo pasado terminaba mi carta explicando el primer momento de la visita ad limina. Tras la peregrinación a las tumbas de Pedro y Pablo, un segundo momento de esta visita es precisamente el encuentro con el sucesor de Pedro, con el que cada obispo realizamos una comunicación de dones que el Espíritu Santo ha puesto en nuestra Iglesia. No se trata sólo de una simple información recíproca, sino sobre todo la afirmación y consolidación de la llamada “colegialidad” del cuerpo de la Iglesia.

Se da lugar así a una especie de intercambio mutuo entre Iglesia universal y las Iglesias particulares, en este caso la Iglesia de Valladolid, que se puede comparar al flujo de la sangre en el cuerpo humano; la sangre, en efecto, parte del corazón hacia las extremidades del cuerpo y de ellas vuelve al corazón. La savia vital que viene de Cristo une todas las partes como la savia de la vid que llega a los sarmientos (cf. Jn 15,5). Esto se pone de manifiesto particularmente en la celebración de la Eucaristía con el papa. No olvidemos que cada Eucaristía se celebra, sea el lugar en el que fuere, en comunión con el propio obispo, con el Romano Pontífice y con el Colegio Episcopal y, a través de ellos, con los fieles de cada Iglesia particular y de toda la Iglesia. El papa, pues, no es un elemento decorativo en la celebración de la Eucaristía en una diócesis, como no lo es tampoco el obispo en una celebración parroquial, aunque no estén presentes físicamente.

Ya desde los primeros siglos, la referencia última de la comunión está en la Iglesia de Roma, donde Pedro y Pablo dieron testimonio de su fe. De ahí la importancia de que cada una de las Iglesias concuerden con la Iglesia de Roma, porque es la garantía última de la integridad de la tradición transmitida por los apóstoles. Somos un Pueblo extendido por toda la tierra, pero la Iglesia de Roma preside la comunión universal en la caridad, tutela las legítimas diversidades, y, al mismo tiempo, vigila para que la particularidad de la Iglesia de Valladolid no sólo no dañe a la unidad, sino que la sirva.

De la comunión de todos los obispos “con Pedro y bajo Pedro”, realizada en la comunidad, surge el deber de que todos ellos colaboren con el sucesor de Pedro por el bien de la Iglesia entera y, por tanto, de cada Iglesia particular. La visita ad limina tiene precisamente esta finalidad.

El tercer aspecto de la visita ad limina es el encuentro con los responsables de los distintos departamentos de la Curia romana. Tratando con ellos, los obispos tenemos un contacto directo con los problemas que competen a cada departamento, de modo que somos introducidos en la común solicitud pastoral, pues esos departamentos o Dicasterios romanos tienen que ver con las distintas áreas de pastoral o gobierno de cada diócesis. Están así, además, informados directamente de los problemas concretos de las Iglesias, y pueden desempeñar mejor su servicio universal.

Sin duda que las visitas ad limina, junto con las relaciones que hacemos sobre la situación de cada diócesis, son medios eficaces para cumplir la exigencia de conocimiento mutuo que surge de la comunión entre los obispos y el Santo Padre. El sentido de la comunión entre los miembros del Colegio Apostólico con el papa a la cabeza se visibiliza y la Iglesia se fortalece y alaba al Señor.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid