Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

El sacramento de los cuarenta días

6 de febrero de 2005


Publicado: BOA 2005, 29.


Existe en el Año litúrgico, el que celebra la fe de los cristianos, un tiempo fuerte de noventa días: cuarenta de preparación y cincuenta de expresión. Es el ciclo pascual. En él la celebración anual de la Cuaresma es un tiempo favorable, durante el cual se asciende a la santa montaña de la Pascua. La ascensión es siempre dificultosa, pero nada puede haber más gozoso que desde esa cumbre ver el panorama que nos ha dejado la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte. Es sencillamente la Vida.

La Cuaresma, con su doble carácter, prepara tanto a los catecúmenos como a los fieles en orden a la celebración del Misterio Pascual. Los catecúmenos se encaminan hacia los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), tanto por la “elección” y los “escrutinios”, como por las catequesis; los fieles, por su parte, dedicándose con más asiduidad a escuchar la Palabra de Dios y a la oración, y mediante la penitencia, se preparan para renovar sus promesas bautismales. Para todos es, pues, tiempo de escucha y de conversión, de preparación o de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurrir más frecuentemente a las “armas de la penitencia cristiana”: la oración, el ayuno y la limosna, según nos dice Mt 6,1-6.16-18.

El próximo miércoles de Ceniza los fieles cristianos inician, con ese gesto penitencial de aceptar la imposición de cenizas sobre nuestra cabeza, el tiempo establecido para la purificación del espíritu. Con este signo penitencial, que viene de la tradición bíblica y se ha mantenido hasta hoy en la costumbre de la Iglesia, se quiere indicar la condición del hombre pecador, que confiesa externamente su culpa ante el Señor y expresa su condición interior de conversión, confiando en que el Señor se muestre compasivo para con él. Con este mismo signo comienza el camino de su conversión, que debería culminar con la celebración del sacramento de la Penitencia, en los días que preceden a la Pascua.

Este día de ceniza es un día penitencial obligatorio para toda la Iglesia y comporta la abstinencia de carne y el ayuno. El espíritu penitencial se manifiesta también exteriormente, pues durante estos cuarenta días no se adorna con flores el altar y se permiten los instrumentos musicales sólo para sostener el canto. Asimismo desde el comienzo de la Cuaresma hasta la Vigilia Pascual no se dice el Aleluya en ninguna celebración, incluidas las solemnidades, como la de san José, y las fiestas.

En este marco, el papa Juan Pablo II baja a la arena de las cosas concretas y nos propone en su mensaje cuaresmal recorrer este itinerario espiritual, que es la preparación a la Pascua, considerando un tema de gran actualidad, ilustrado con unos versículos bíblicos: “En Él está la vida, así como la prolongación de tus días” (Dt 30,20). Es escuchar al Señor que nos dice: «Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a Él» (Dt 30,19-20).

Lo que el Papa nos propone en esta Cuaresma es «alcanzar una mayor comprensión de la función que las personas ancianas están llamadas a ejercer en la sociedad y en la Iglesia, y, de este modo, disponer también nuestro espíritu a la afectuosa acogida que a éstos se debe... El cuidado de las personas ancianas, sobre todo cuando atraviesan momentos difíciles, debe estar en el centro de interés de todos los fieles, especialmente de la comunidades eclesiales de las sociedades occidentales, donde dicha realidad se encuentra presente en modo particular». Les invito a leer este corto pero sabroso mensaje papal; así haremos menos romántica y etérea la Cuaresma.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid