Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Existe otro mundo

8 de mayo de 2005


Publicado: BOA 2005, 208.


Estamos en la fiesta de la Ascensión: Cristo ya ha resucitado y ha ascendido hasta su Padre; de nuevo está junto a Él, pero ahora con su carne resucitada, con la carne que recibió de nosotros, de María Virgen, pero resucitada. Existe, pues, otro mundo. Su tiempo no es nuestro tiempo, su espacio no es nuestro espacio; pero existe. No es posible situarlo, ni asignarle una localización en ningún sitio de nuestro mundo sensible: sus leyes no son nuestras leyes; pero existe. Quisiéramos saber qué ha sido para Jesús volver al seno del Padre, volver a Él no sólo como Dios, sino también como hombre, con las manos, los pies y el costado con esa llaga de amor.

Sabemos lo que es entre nosotros la separación de las personas que amamos: la mirada los sigue todo lo que puede cuando se alejan; nos sorprende aún más cuando tenemos que separarnos de nuestros seres queridos porque los enterramos. ¿Sucede lo mismo con Jesús? No es posible, porque el Padre nos concede también a nosotros, como a los apóstoles que bajaron a Jerusalén contentos, esa luz que ilumina los ojos del corazón y que nos hace sentir que Cristo está presente con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”, aunque haya ascendido a lo más alto de los cielos. Él no se ha ido en realidad, aunque tiene una nueva forma de presencia, que nos hace vivir esta vida de manera diferente, dándole la importancia que tiene.

Por eso, nosotros no debemos estar sólo mirando al cielo, aunque lo necesitemos tantas veces. Debemos trabajar por la promoción del bien común, por todo aquello que haga más justo este mundo, por proporcionar a todos las posibilidades de vivir una vida digna. No debemos tener confusión entre la esfera religiosa y la esfera política, pero hemos de buscar sinceramente la verdad y promover y defender, con métodos lícitos, las verdades morales sobre la vida social, la justicia, la libertad, el respeto a la vida y a todos los derechos de la persona. El hecho de que algunas de estas verdades también sean enseñadas por la Iglesia porque se derivan igualmente de la revelación, no disminuye la legitimidad civil de los cristianos que las llevan a cabo, que muestran así la laicidad de su compromiso como ciudadanos.

Eso me lleva a preguntar: ¿cuántos católicos comprenden que esas cuestiones en las que la Iglesia Católica discrepa fuertemente con el Gobierno de la nación en estos momentos (llamar matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo, el divorcio a la carta, la posible ampliación del aborto, la investigación con células madre embrionarias, el derecho constitucional de los padres a que sus hijos reciban clase de religión con alternativa) no son, en realidad, temas “confesionales”, esto es, que los defendemos por ser católicos? ¿Quiénes tienen en cuenta que estamos tratando de verdades que emanan del conocimiento natural sobre el ser humano, y que la verdad es una? Ciertamente el Gobierno aprovecha bien esa confusión, como también la cultura dominante de las grandes empresas mediáticas, recalcando constantemente que la Iglesia (=los obispos) quiere “privilegios”, o argumentando que las razones de la Iglesia a esas cuestiones son buenas para sus fieles, pero no para el resto de los ciudadanos, que no son católicos. Y muchos cristianos lo creen con más fuerza que si fuera un dogma de la Iglesia.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid