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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La Eucaristía de los domingos

26 de junio de 2005


Publicado: BOA 2005, 219.


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El papa Benedicto anunció hace algunos días que el 15 de octubre dará una catequesis a los niños que este año de la Eucaristía han hecho su primera comunión, sobre todo a los que viven en Roma y su región. Se celebrará en ese mes el Sínodo de Obispos; quiere por eso el Papa subrayar la importancia de la Eucaristía y la participación de las familias en la Misa dominical. «Será una circunstancia oportuna y bella —dijo— para reafirmar el papel esencial que reviste el sacramento de la Eucaristía en la formación y el crecimiento espiritual de los niños».

El desconocimiento de lo que es la Misa dominical y la ausencia en ella de los niños, incluso de los que han hecho o van a celebrar su primera comunión, es ciertamente preocupante. Pero la raíz del problema no está en los niños, está en los adultos, sobre todo en los padres. ¿Qué está pasando? ¿Por qué es importante ir a Misa el domingo? ¿Por qué no van a Misa los que no van y se declaran católicos? Para mí hay una respuesta clara: irían a la celebración de la Misa de buen grado si descubrieran la belleza del don que se nos da en ella. Ese don es Jesucristo en persona, que en la Misa se nos presenta como el pastor bueno, que nos guía a las verdes praderas de la vida, donde nos espera la belleza sin ocaso.

Estoy seguro: quien vive de verdad la Misa, gracias al encuentro con Cristo se hace también ella o él cada vez mejor y de más valía. En la Eucaristía experimentamos la verdad de la Buena Nueva, que enardece el corazón, porque, como dice san Bernardo, «Dios no nos ama por ser buenos y hermosos, sino que nos hace buenos y hermosos porque nos ama». En la Misa dominical descubrimos, además, que somos Pueblo de Dios, comunidad unida por vínculos humanos y espirituales fuertes y profundos, y podemos aprender a apreciar la alegría de estar juntos.

¿Por qué ir a Misa el domingo? Es una pregunta que se nos hace a los pastores. Si me lo preguntas tú a mí, es porque en realidad quieres comprender algo importante para tu vida, para tu relación con Dios y con los demás. Y hago una confidencia: desde que yo comprendí el valor de la Eucaristía, ésta se convirtió para mí en algo tan necesario que necesito vivirla cada día, y un día sin Eucaristía me parece un mundo sin aire, porque la Eucaristía es la posibilidad de encontrarme con Cristo vivo.

Por tanto, hablo de algo que vivo desde hace ya muchos años y cada vez con nuevo entusiasmo, y desearía comunicar que ese deseo de encontrarme con Jesucristo en la celebración de la Eucaristía, al menos cada domingo, da sabor y belleza a la semana. Créanme: porque me interesa realmente su felicidad, quisiera que también ustedes sean felices encontrándose con Jesucristo en la celebración dominical. Como obispo, quiero también ayudar a los cristianos a encontrarse con Él y a vivir en Él, comiendo “el pan de la vida”. Me parece el don más hermoso que a uno le pueden hacer.

¡Cómo, pues, no enseñar a los niños a descubrir la maravilla de la Eucaristía en el domingo! ¿Cómo negar este don a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes? ¿Seremos capaces de enseñarles únicamente algunas vaguedades del cristianismo y no enseñarles a vivir la Eucaristía que nos dejó el Señor?

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid