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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Día del Papa

3 de julio de 2005


Publicado: BOA 2005, 303.


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El día 29 de junio celebramos la solemnidad de san Pedro y san Pablo, dos columnas de la Iglesia, maestros inseparables de fe y de inspiración cristiana por su autoridad en el colegio apostólico. Ambos recibieron en Roma el martirio y la unidad en la caridad, convirtiéndose en ejemplo de diálogo entre lo que en la Iglesia se llama institución y carisma. Pero el 29 de junio hace ya muchos años que ha dejado de ser en España laboralmente festivo. Por esta razón, el domingo siguiente (este año el 3 de julio) se pide a los fieles que no olviden lo que significa esta fiesta, sobre todo la figura o el papel del papa en la Iglesia universal.

En las parroquias y en los templos no parroquiales se puede celebrar, pues, el Día del Papa. Pero esta celebración no lleva consigo el traslado a este domingo de la celebración litúrgica de san Pedro y san Pablo; esta solemnidad debe conservarse en su día propio según las normas universales sobre el Año litúrgico. El domingo 3 de julio, por tanto, debe celebrarse la misa del domingo XIV del tiempo ordinario, pero en la homilía y, sobre todo, en la monición de entrada y en la oración de los fieles ha de tenerse presente al Santo Padre. Es, además, la primera vez que oraremos juntos en el contexto de su fiesta por aquél en quien hoy vive Pedro, el papa Benedicto XVI.

Pedro es la roca sobre la que Jesús edificó su Iglesia; a Pedro y a sus sucesores les ha sido confiada una misión única en la Iglesia: son el fundamento visible de esa realidad invisible que es Cristo resucitado, que les ha dado el poder de «atar y desatar» en la Iglesia, expresado en la metáfora de las llaves entregadas al pescador de Galilea.

«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». La Iglesia, pues, no es una sociedad de librepensadores, sino que es la comunidad de los que se unen a Pedro y los otros Once Apóstoles en la proclamación de la fe en Jesucristo. Quien edifica la Iglesia es Cristo. Él es quien elige libremente a hombres y mujeres y los pone en la Iglesia como piedras vivas. Pedro no es más que un instrumento, la primera piedra del edificio, mientras que Cristo es quien pone la primera piedra.

Sin embargo, desde el momento en que Jesucristo elige a Pedro para fortalecer a sus hermanos, y en adelante, no se podrá estar verdadera y plenamente en la Iglesia, como piedra viva, si no se está en comunión con la fe de Pedro y con su autoridad, o, al menos, si no se tiende a estarlo. San Ambrosio ha descrito muy bien esta situación de los que creen en Cristo con unas palabras vigorosas: «Donde está Pedro, está la Iglesia». Lo que no significa que Pedro sea por sí solo toda la Iglesia, sino que no se puede ser Iglesia sin Pedro.

Rogad por el papa Benedicto; necesita la oración de todos para seguir a Cristo como sucesor de san Pedro, y para que su solicitud por todas las Iglesias sea vigorosa y su entrega total; necesitamos la luz de su magisterio y la sabiduría en la solución de los problemas. Si el domingo pasado no lo hicisteis, recordad que es preciso hacer esa colecta para la caridad del papa, que llamamos el “óbolo de san Pedro”. Os lo agradezco de corazón.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid