Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

LXXIX Jornada Mundial de las Misiones 2005

Pan partido para el mundo

23 de octubre de 2005


Publicado: BOA 2005, 377.


En la vida muy pocas cosas existen que merezcan una dedicación total y absoluta. Pero algunas hay. ¿Merece la pena, por ejemplo, proceder con honradez y con espíritu sincero para con Dios y buscando la justicia y el amor hacia los hermanos? Sin duda. Es verdad que el tiempo pasa veloz y los grandes proyectos tienen una limitación, pero también es cierto que los cristianos hemos aprendido del Evangelio, de Cristo mismo, que se puede dar la vida por los demás. Él lo hizo y merece la pena.

La misión evangelizadora supone personas que creen en Cristo vivo y en la Iglesia; personas que son capaces de llevar a ese Cristo hasta los lugares más alejados, no sólo en kilómetros, sino también en exclusión social. ¿Cómo explicar, si no, que cuando los misioneros vienen de descanso por un tiempo a España, a veces enfermos por la malaria y otras enfermedades, estén deseando volver a África, América, Asia u Oceanía? Hay cosas que no entendemos los que estamos en el Primer Mundo.

“Misión: pan partido para el mundo”, reza el lema del Domund 2005. Sí, en efecto, los misioneros se hacen “pan partido” para los hermanos, llegando a veces hasta el sacrificio de la vida. ¿Son ellos de otra pasta? No, han encontrado la manera de amar mejor a Cristo en sus hermanos más pobres. El mensaje para la Jornada Misionera del “octubre misionero” de este año lo escribió todavía Juan Pablo II. Merece la pena glosar un poco este mensaje.

«Pan partido para la vida del mundo» es una buena definición de lo que es la Eucaristía que nos dejó el Señor. El día 23 precisamente termina el Año de la Eucaristía que durante doce meses ha sido colocado delante de nosotros, para que hiciéramos memoria de la donación del Señor. ¡Qué lejos está semejante comprensión de la Eucaristía de la vivencia de tantos cristianos que no celebran la Misa dominical o lo hacen de manera poco convincente!

Nuestra vida, dice Juan Pablo II, tiene sentido «eucarístico»: darse a sí mismo, como Jesús, para ser feliz. Contemplar a Cristo como “pan partido” para toda la humanidad hace bien a los seres humanos. Siguiendo el ejemplo de Jesús, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos, especialmente por los más necesitados, que también son humanidad; éstos, por desgracia, se encuentran sobre todo en el Tercer Mundo. Eso lo saben los misioneros que van lejos. Por eso quieren ser «pan partido para la vida del mundo». Nuestra época parece envuelta en oscuras tinieblas porque está turbada por acontecimientos, como el hambre, el terrorismo y el subdesarrollo, y trastocada por catastróficos desastres naturales.

El Papa escribió en su mensaje: «La Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para toda la humanidad»; es pan del cielo que, dando vida eterna, abre el corazón de los humanos a una gran esperanza. En nuestra sociedad muchos critican la situación de pobreza de gran parte de la humanidad. Pero, ¿hacen algo más que chillar? Los misioneros y muchos otros católicos hacen algo más: se entregan, oran y dan su vida y su dinero. Se hacen pan: alimento para el hambre de pan y de Evangelio. Eso necesitamos.