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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Podemos construir otro mundo: \\depende de nosotros

12 de febrero de 2006


Publicado: BOA 2006, 32.


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Con la urgencia de cada año, pues la vida de los pobres no puede esperar, Manos Unidas, ONG católica para el Desarrollo, nos recuerda la Campaña 2006 de lucha contra el hambre en el mundo. Esas fechas clave del Día del ayuno voluntario y la colecta obligatoria en todas las parroquias y en otros templos no parroquiales, son un refrescar nuestra memoria de cara a trabajar en ese problema enorme, pero no insoluble: el hambre de los que mueren por falta de alimento indignamente. Y es que podemos construir otro mundo, depende de ti y de mí.

¿Cómo reaccionamos los humanos ante los problemas fundamentales de este mundo? Muchos sentimos una parálisis o nos encogemos de hombros como si el tema no fuera con nosotros; otros mostramos una incapacidad para centrarnos en la realidad, y buscamos excusas, como cuando sólo criticamos las situaciones pero sin hacer nada. En mi opinión, en Manos Unidas se quiere evitar ambas posturas. Nos dan, creo, una lección práctica de lo que la doctrina social de la Iglesia dice acerca de esos 840 millones de seres humanos que padecen hambre crónica. Un problema que afecta a todos los gobiernos, sean del signo que sean, y en el que los ciudadanos no pueden permanecer inactivos.

¿Es posible, desde la doctrina social de la Iglesia, construir otro mundo? Sin duda; y no hay que echarle la culpa a Dios de que no haya un mundo en el que todos vivamos con dignidad. Pues, aunque somos diferentes, todos los humanos compartimos la misma naturaleza y cualidad común como hijos de Dios. La voluntad de Dios es que todos tengan vida y la tengan abundantemente y vivir con dignidad. Vivir con dignidad, decía Pablo VI en Populorum progressio, es un proceso que consiste en pasar de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas para todos y cada uno.

Hace ya cuarenta años que el Concilio Vaticano II afirmó que «se puede pensar con razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar». Manos Unidas no teoriza, actúa, porque sabe que el error fundamental en los tiempos actuales es relacionar al hombre exclusivamente con un mecanismo de producción y consumo, ocultándole su vocación de hijo de Dios, llamado a la libertad de ser, más que a la de tener más bienes y más poder.

Es importante saber que los proyectos que apoya Manos Unidas tienen que ver con el desarrollo precisamente de los derechos humanos. Por ejemplo, en 2004 aprobó 103 proyectos de promoción de la mujer que contribuyeron a mejorar las condiciones de 2.729.188 mujeres y niñas; los proyectos de prevención del sida en distintos países africanos han beneficiado a más de 400.000 personas; también durante 2004, 495.830 niños más, de distintos países en vías de desarrollo, han podido asistir a la escuela gracias a los proyectos de Manos Unidas.

Sabemos que queda mucho por hacer, y Manos Unidas hacen. Es una manera de «afrontar el primero de los desafíos: el de la solidaridad entre los países y continentes, para una distribución cada vez más equitativa de las riquezas del planeta entre los hombres». Son palabras de Benedicto XVI, pronunciadas en el pasado mes de junio.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid