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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Triduo Pascual

2 de abril de 2006


Publicado: BOA 2006, 121.


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En dos semanas llegará el domingo posterior a la primera luna nueva de primavera; será el Domingo de Pascua, la alegría de la resurrección de Jesús tras haber celebrado la muerte y la sepultura en el Triduo pascual. Quiero anunciaros a todos los católicos de Valladolid esta celebración solemne de los misterios de nuestra redención. Quisiera ser el pregonero de la Pascua.

Desde la época apostólica la Iglesia celebró, en efecto, la pasión, muerte, descenso al abismo y resurrección de Jesucristo, Señor nuestro. Tanto en la Iglesia Madre de Jerusalén como en las distintas iglesias diocesanas del mundo cristiano, las celebraciones se realizaban en los mismos días y horas en que había ocurrido el acontecimiento pascual de nuestra salvación. Por varias razones, ya en la Edad Media se comenzó a anticipar la hora de los oficios litúrgicos del Jueves, Viernes y Sábado Santo, hasta llegar a desaparecer el carácter nocturno y prolongado de la solemne Vigilia Pascual en la noche santa del Domingo de la Resurrección; incluso se llamó Sábado de Gloria al gran sábado. Algunas generaciones conocimos aquellos oficios en la mañana del Jueves, Viernes y Sábado Santo.

Fue Pío XII, hace ahora cincuenta años, quien decidió un nuevo orden de la Semana Santa. Las celebraciones del Triduo se realizarían en sus horas vespertinas y se culminarían con la restauración de la Vigilia Pascual en la medianoche del sábado al domingo. Muchos de los que conocieron las celebraciones en la mañana y muchos más de los que no conocieron esa práctica litúrgica, siguen sin caer en la cuenta de lo novedoso de la determinación de Pío XII y de la importancia de la Semana Santa.

Se nota, por ejemplo, en que hay templos que no respetan los horarios convenientes del Triduo Santo; más bien, frecuentemente se coloca la Vigilia Pascual en una hora con luz solar, que ya no es Vigilia, sino que parece una misa vespertina del sábado en la tarde, tanto por el tiempo como por el modo en que se celebra. Falta formación sobre la importancia del Triduo Pascual, en su realidad de centro del año litúrgico y de la vida cristiana. El ayuno pascual del Viernes y Sábado Santo es significativo, porque «el Esposo ha sido arrebatado», dice la liturgia; la Misa crismal, con todo su significado; la Liturgia de las Horas de Viernes y Sábado Santo como contemplación de la Pasión, muerte y sepultura del Señor, en espera del anuncio de la Resurrección; las catequesis adecuadas a los ministros y fieles para la celebración litúrgica; la recepción, por ejemplo, de los óleos; el canto; las vísperas bautismales en el Domingo de Pascua... Todo forma, con los desfiles procesionales y el Vía Crucis, un conjunto que ayuda a vivir lo central de esta Semana Santa: la celebración litúrgica de la pasión, muerte, sepultura y resurrección del Señor.

Un gran liturgista escribía hace cincuenta años algo muy verdadero: «La liturgia celebrada vivencialmente ha sido durante siglos la forma más importante de la pastoral». Mi deseo es que vivamos con intensidad esta ocasión que el Señor nos brinda de nuevo: el Triduo Pascual, los misterios de nuestra salvación.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid