Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Las otras víctimas

30 de abril de 2006


Publicado: BOA 2006, 126.


Para el 1º de mayo el papa Pío XII instituyó la fiesta de san José Obrero, proponiendo así a todos los trabajadores del mundo, en su esfuerzo por dignificar el mundo obrero, el camino de la santificación personal a través del trabajo, y restituir al esfuerzo diario la perspectiva de una auténtica humanización. Han pasado ya más de cincuenta años, pero también hoy la cuestión del trabajo sigue interpelando la conciencia humana y exige que no se pierda de vista el principio que debe orientar toda opción concreta en el que ofrece trabajo y en el que trabaja: el bien de cada ser humano y de toda la sociedad, en medio de tantos cambios rápidos y complejos.

En estos cambios la persona sigue siendo «la medida de la dignidad del trabajo», como dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 271) . La dimensión humana de la actividad laboral debe ser siempre recordada y tenida en cuenta, orientándola siempre a su verdadera finalidad, sin olvidar que la enseñanza bíblica sobre el trabajo apunta igualmente hacia el mandamiento del descanso. Por ello, exigir que el domingo no se homologue a todos los demás días de la semana es una opción de civilización.

Pero, ¿de qué sirve todo esto, si sigue habiendo una excesiva siniestralidad en el trabajo, que tiene como resultado la muerte de personas concretas? La defensa de la vida es lo primero. Ya la encíclica Evangelium vitae , por ello, invitaba a ver en la vida la nueva frontera de la cuestión social (cf. n. 20). La pastoral obrera en España, y en Valladolid el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera, llaman la atención de los católicos en estos días en torno al 1º de mayo sobre ese terrible aspecto de la vida de muchos trabajadores: los accidentes mortales laborales, sin olvidar otros muchos graves, que son en parte originados por condiciones de trabajo no buenas, esto es, injustas.

Siempre es doloroso cualquier accidente de trabajo, pero cuando éste se produce por negligencia es intolerable. Muchos accidentes de trabajo son evitables, es decir, hay que evitarlos tomando las medidas de precaución que los planes de prevención de riesgos exigen a las empresas. Me parece, pues, que empresarios, que deben salvaguardar la seguridad de sus empleados, y las Administraciones públicas, que han de garantizar el cumplimiento de leyes y normativas, no pueden volver la vista para otro lado. Recuerdo las prioridades del trabajo humano: la del hombre sobre el trabajo mismo; la del trabajo sobre el capital y la del destino universal de los bienes sobre el derecho de la propiedad privada. He ahí todo un resumen de doctrina social de la Iglesia; por tanto, de la doctrina cristiana, importante como todo el conjunto de las verdades de fe.

Os invito a cuantos queráis profundizar en este tema a acercaros a la Parroquia de san Pío X (Barrio Girón) para el encuentro que la Pastoral Obrera ha programado para el viernes 28 de abril a las 18 horas. Me preocupan ante todo las personas que mueren en accidentes laborales y sus familias; sus rostros de hijos de Dios deberían estar en nuestra mente y nuestro corazón; oremos también por ellos ese día en la Eucaristía.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid