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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Hogar común, culturas diferentes

7 de mayo de 2006


Publicado: BOA 2006, 233.


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Mi comunicación de esta semana con aquellos que me leen es muy concreta: una alegría profunda en este domingo cuarto de Pascua, porque en medio del gozo pascual la ordenación de dos presbíteros, jóvenes sacerdotes dispuestos a ofrecer el servicio sacerdotal a esta comunidad diocesana de Valladolid, es una esperanza. Orad por ellos, por sus familias y por su sacerdocio recién estrenado. El Buen Pastor sigue en medio de nosotros.

Pero no quiero únicamente expresaros mi alegría; deseo también hablar sobre nuestros inmigrantes, los que desde otros lugares y culturas quieren tener con nosotros un hogar común. Tema complejo éste y que pone a prueba nuestra capacidad de ser pueblo que acoge e integra, y que a los cristianos nos indica qué hemos de hacer, después de ver qué estamos haciendo.

La pastoral diocesana ha dedicado y va a dedicar en este mes de mayo dos acciones importantes en torno al fenómeno de la inmigración: unas jornadas para profesores cristianos organizadas por la Delegación de Enseñanza, y el VI Encuentro de fieles laicos que prepara con ilusión el Consejo diocesano de Laicos. Tienen valor ambas acciones y quiera Dios que muchos católicos se impliquen en ellas. Hablaré un poco de la primera de estas acciones.

Sabemos que siguen llegando hermanos inmigrantes hasta nuestra tierra vallisoletana en busca de trabajo y de futuro. Somos tierra de llegada, pues, para muchos que abandonan su patria y su entorno cultural y social, sufriendo así un expolio personal en su forma de vivir. Al llegar aquí no basta con darles un trabajo, muchas veces de pésima retribución y condición; es preciso que hagamos algo más para que nuestra tierra sea también hogar común. ¿Difícil? Cierto, pero no imposible.

Las Jornadas de profesores cristianos intentan que en los niños se logre pronto una integración en la Escuela. Es una oportunidad grande, para que sus padres y ellos mismos no se sientan aislados y tiendan al gueto, que suele traer malas consecuencias sociales. La educación en común acerca a las personas. En colegios de iniciativa pública y privada se está haciendo, me consta, esa tarea. Los profesores cristianos, además, deben intensificarla como servicio a los más pobres.

En las escuelas católicas y en las clases de religión católica debe cuidarse también la integración de esos niños en la comunidad cristiana, que ha de hacerse de forma más profunda en parroquias y otras comunidades cristianas. Tenemos una fe común y los que vienen de fuera, sobre todo de Latinoamérica, deben notar en nosotros una apertura, sobre todo en profesores y alumnos.

Me gustaría llamar la atención de parroquias de Valladolid y otras muchas de toda nuestra Diócesis sobre la necesidad que tienen esos católicos venidos de otros países de ser acogidos por los cristianos de aquí, como servicio a los que son el rostro de Cristo pobre en nuestros días. Verdadera integración, que debe llegar a compartir la fe y su alegría, la celebración y la educación en la fe. Muchos obispos de América nos han pedido esa acción con sus compatriotas, que no debemos negar.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid