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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Comunicar

28 de mayo de 2006


Publicado: BOA 2006, 238.


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Festividad de la Ascensión del Señor: comienzo de una manera nueva de comunicarse Jesucristo a los hombres. El que nos comunicó a los de cerca y a los de lejos la gran noticia de que Dios nos ama porque es amor, de que Dios es Padre porque Él es su Hijo; el que se puso en nuestra longitud de onda, al nacer en Belén de la Virgen María, para poder dirigirnos su palabra y su mensaje, Cristo el Resucitado que es el Crucificado, al subir a los cielos no acaba su comunicación con nosotros; la lleva a cabo con una presencia y una palabra distinta, pero honda e inteligible: su presencia de Resucitado que está sentado a la derecha del Padre. No cesa, pues, de hablar y comunicarse, ya que, aunque algunos piensan que está muerto, muchos decimos que está vivo.

Es un buen día la Ascensión para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales; también para el ser humano es vital comunicarse y más ahora con el poder que tienen los medios para ejercer una influencia en toda la sociedad humana. Los medios de comunicación social influyen en la formación de opiniones y en las actitudes de las personas. Influyen para el bien y, desgraciadamente, para el mal. Los medios son buenos, buenísimos y la tarea de los comunicadores, estupenda. Fíjense en que por medio de Cristo tenemos acceso al Padre en el Espíritu, y que por Él sabemos que ya no somos extranjeros ni forasteros, sino ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Esa autocomunicación de Dios es vital. Por eso nos apena que tantas veces la comunicación, la información, se pongan en entredicho a causa de las hipotecas y connivencias de los medios de comunicación social con determinados intereses, sobre todo los económicos, políticos e ideológicos.

Lo lógico es buscar la noticia, buscar su trasfondo y, aunque la absoluta imparcialidad no existe, los hombres y mujeres tienen derecho a información veraz y objetiva. Los avances tecnológicos en los medios son increíbles, consiguiendo una comunicación entre las personas instantánea y directa. Este desarrollo presenta una potencia enorme para servir al bien común. «Sin embargo, como todos sabemos, nuestro mundo está lejos de ser perfecto. Diariamente se nos recuerda que la inmediatez de la comunicación no se traduce necesariamente en la construcción de la cooperación y la comunión en la sociedad» (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial, 2).

Es evidente: iluminar las conciencias de los individuos y ayudar a formar su pensamiento nunca es una tarea neutral. De ahí que la comunicación auténtica demande valor y decisión radicales, y que se pida responsabilidad a los medios, pues éstos juegan con algo muy grande: la verdad de Dios y del hombre. El Papa pide, como lo hizo tantas veces Juan Pablo II, formación, participación y diálogo en el uso responsable y crítico de los medios. ¿Seríamos capaces de pedir esto a todos los medios? ¿Serían capaces de hacerlo algún día las grandes empresas de comunicación? En cualquier caso, desde aquí saludo a los profesionales de los medios; muchos hacen una labor encomiable, que es de agradecer.

Me gustaría terminar con palabras del Papa: «¡Rompamos juntos los muros divisorios de la hostilidad y construyamos la comunión de amor según los designios que el Creador nos dio a conocer por medio de su Hijo!» (ibíd., 4).

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid