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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

El Papa se ha reunido con las familias

16 de julio de 2006


Publicado: BOA 2006, 315.


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Se trataba del V Encuentro Mundial de las Familias con el Papa. He tenido el privilegio de participar en tres de ellos, incluido éste último de Valencia: en 1994 en Roma, en 1997 en Río de Janeiro, estuve también in situ. Es un gozo, una fiesta de las familias católicas de todo el mundo con el Santo Padre; se reflexiona también sobre el matrimonio y la familia en el Congreso teológico pastoral previo. El Encuentro de Valencia, sólo ensombrecido por el drama de las víctimas del metro, ha tenido, además, unos preciosos aditamentos: la feria de la familia y la presencia de familias enteras en mayor número que en otras ocasiones. Ver a padres con sus hijos, incluso bebés, y a tantos abuelos, ha sido particularmente bonito.

Pero, como siempre ocurre, la vivencia de estos días con el encuentro de oración el sábado en la noche y la Misa del domingo, en los que el Santo Padre ha pronunciado discursos y una homilía, queda curiosamente afectada por la interpretación de los hechos en los medios de comunicación social. Quizá sea algo inevitable, pero yo también quiero dar mi opinión como testigo de lo acontecido en Valencia.

Como en la España actual todo queda filtrado por la interpretación política, partidista o no, nos hemos olvidado de que, aunque el V Encuentro de las Familias era en España, era un encuentro mundial, y el Papa hablaba, evidentemente, para todos los católicos y no exclusivamente para los católicos españoles y sus problemas o alegrías. Pienso que esta perspectiva mundial ha sido estos días olvidada, pero el Papa no la olvidó. ¿Por qué buscar exclusivamente referencias a los problemas entre la Iglesia y el Gobierno de la nación? Es cortedad de miras o cierto chauvinismo, en este caso español.

Por esa razón se ha interpretado el mensaje que Benedicto XVI entregó a los obispos españoles como una lección del Papa a estos últimos de cómo deberíamos tratar con los políticos. El Papa puede darnos cuantas lecciones quiera a los obispos, pero yo, leyendo el texto que nos entregó, sólo veo en él una exhortación a que sigamos animando la fe católica y el valor del matrimonio entre un hombre y una mujer y la familia. Vean ustedes el texto.

El Papa ha hablado del matrimonio entre hombre y mujer y de la familia, no ha hablado exclusivamente del matrimonio católico y de la familia católica, que muchos llaman, no sin intención, “tradicional”. Afirmar lo contrario es una farsa. Una cosa es que cada vez está más claro que la Iglesia Católica —no la española únicamente— piensa sobre el matrimonio y la familia de manera muy distinta a como lo hace, por ejemplo, el Gobierno español y otros europeos, alentados por un laicismo cada vez más intransigente, y otra es que los llamados “derechos civiles” de otras uniones afectivas sean intocables y, si se discrepa de esa forma de ver las cosas, seas tachado de muchas cosas. En realidad, no se acepta una antropología elemental y objetiva.

Para nada me ha preocupado que el presidente del Gobierno no haya asistido a la Santa Misa; tampoco si lo hubiera hecho. Hay separación entre la Iglesia y el Estado: si el Presidente hubiera ido, hubiera sido un reconocimiento del valor de la Iglesia y de que el elegido democráticamente nos honra con su presencia. Si no asistió porque no se siente creyente o por otras razones, pues tampoco pasa nada, está usando la libertad religiosa que existe en España, como cuando, en otras ocasiones, el Presidente ha asistido a celebraciones de la Eucaristía, porque así lo ha decidido.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid