Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Hablamos de peregrinaciones

23 de julio de 2006


Publicado: BOA 2006, 315.


La Iglesia de Valladolid celebra en esta semana dos peregrinaciones bien distintas, pero peregrinaciones: la peregrinación con enfermos al santuario de Lourdes, que organiza cada año la Hospitalidad, y una peregrinación con jóvenes, que ha recorrido parte del camino de Santiago que viene de Madrid por nuestra provincia y se une al camino francés en Sahagún, pero que ha llegado el viernes a Mayorga, lugar donde nació santo Toribio de Mogrovejo, hombre santo y genial, que perdió su vida por Cristo y la ganó de modo más auténtico.

La peregrinación a Lourdes tiene un objetivo claro cada año: días de cercanía y cariño con los enfermos, de orar y de alegrarse con ellos en aquel santuario de la Virgen, que ofrece un lugar muy apto para crecer en la esperanza y en el amor cristiano a los enfermos y también a los hospitalarios que cuidan de ellos, así como a otros peregrinos que, movidos por la devoción a la Madre de Dios, viven unos días de honda espiritualidad en un ambiente sano y alegre. Cada año el obispo de Tarbes-Lourdes invita a los peregrinos a centrar esos días en un tema que se desarrolla en las distintas celebraciones y encuentros.

La peregrinación de los jóvenes, que desde Medina de Rioseco llegó a Mayorga, es ocasional, pero con un motivo que merece la pena: ver cuánto puede hacer la fe católica en la vida de los hombres y mujeres y en la vida de los pueblos; en este caso, en la vida de lo que fue el Virreinato de Perú, y que afectó a esa nación hermana peruana y a otras muchas colindantes. Santo Toribio, en efecto, desde la vivencia de su fe católica, mostró una forma de organizar la vida y las relaciones de las personas con las que trató: los españoles que allí vivían desde la conquista de Perú, dando lugar enseguida a los criollos, y a los habitantes nativos.

Sabias disposiciones y, sobre todo, una convicción profunda en santo Toribio del valor del Evangelio y de Cristo para la humanidad, crearon el Perú en el que la fe católica está arraigada y una forma de relación humana, donde Dios no está ausente y es base de fraternidad y de sociedad igualitaria, si se acepta lógicamente la fuente que es la fe católica. Eso es lo que hemos querido que vivan los jóvenes que han hecho la peregrinación, en una propuesta un poco novedosa, que muchos no han aceptado, padres e hijos, tal vez los que tantas veces dicen que la Iglesia no ofrece nada a los jóvenes. Esta peregrinación y otras muchas propuestas han sido hechas por las distintas comunidades cristianas, que quietos no estamos.

La alegría que proviene de la fe y su relación con la educación en la fe de las nuevas generaciones es un team apasionante y sin duda de enorme importancia, pues es la vida de la Iglesia misma. En realidad, descubrir la belleza y la alegría de la fe es un camino que cada nueva generación debe recorrer por sí misma, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo: nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. Pero eso hemos de hacerlo en el “creemos” de la Iglesia, puesto que la fe es también radicalmente acto y actitud comunitaria. Esto es lo que hemos intentado en esta peregrinación. ¿Lo hemos conseguido? Dios dirá.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid