{\sc Arzobispo} \\ Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta semanal

Descubrir la belleza y la alegría de la fe

10 de septiembre de 2006


Publicado: BOA 2006, 372.


\documentclass[a5paper, landscape, 12pt]{article} \usepackage{larva} \usepackage{charter} \usepackage{titlesec} \usepackage{amssymb} % Para \blacksquare \titleformat{\section}{\centering \Large \color{blue} \bf}{}{0mm}{} %\setlength{\parindent}{0mm} \setlength{\parskip}{2mm} %\hyperbaseurl{http://www.archivalladolid.org/} % agenda.php?DI= . date ('Y-m-d') . \&Evento=} % \includegraphics[width=0.15\textwidth]{../arzobispado.jpg} \begin{document}

Sé que estamos todavía muy al comienzo de septiembre, en ambiente de verano, con un calor que no nos deja o que no termina de dejarnos, en tantos lugares aún en fiestas o recién finalizadas. Pero me atrevo a animaros, católicos de Valladolid, a descubrir la belleza y la alegría de la fe, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo, esto es, nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación profundamente personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. No hace muchos días que escuché a alguien decir que, con encuestas contrastadas, los jóvenes católicos que practican su fe y la viven convencidos son los que más se sienten felices y son socialmente más fecundos. En el fondo es una constatación muy lógica.

Lo había dicho ya hace muchos siglos el apóstol san Juan: «Lo que hemos visto y oído (el Verbo de la vida), os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. (...) Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo» (1Jn 1,3-4). Es verdad que la tarea de transmitir la fe a las nuevas generaciones resulta difícil por varias razones, pero precisamente por esto mismo es aún más importante y urgente. Pero los que quieren vivir su fe y aquellos que la están madurando (adolescentes y jóvenes) se encuentran con dos características de la actual cultura secularizada que les impulsan en dirección contraria. Lo decía el papa Benedicto XVI con la claridad y sencillez que poseen sus enseñanzas.

La primera de esas líneas es el agnosticismo, que brota de reducir la inteligencia humana a simple razón calculadora y funcional: me muevo por lo que me interesa. Lo cual tiende a ahogar el sentido religioso que anida en lo más íntimo de nuestro ser. La segunda es el proceso de relativización y de desarraigo que destruye los vínculos más sagrados y los afectos más dignos del ser humano. Esto explica la fragilidad de las personas creyentes y lo precarias e inestables que son nuestras relaciones recíprocas.

En esta situación todos, pero más especialmente nuestros muchachos, adolescentes y jóvenes, necesitan vivir la fe como alegría y gustar la serenidad profunda que brota del encuentro con el Señor. Sí, el encuentro con el Señor, pues «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 1). Creo que es aquí donde más debemos trabajar, porque la fuente de la alegría cristiana es la certeza de ser amados por Dios, amados personalmente por nuestro Creador, por Aquel que tiene en sus manos todo el universo y que nos ama a cada uno con un amor apasionado, un amor mayor que nuestras infidelidades y pecados.

Tengo para mí que aceptar ese amor es un antídoto contra vidas sin sentido y desparramadas que la cultura actual fomenta, y que necesariamente producen desasosiegos e intranquilidad que cansa, que agota porque la vida está desajustada. ¡Qué buen servicio hacemos, pues, hermanos, cuando vivimos nuestra fe con esta alegría que brota del corazón!

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid