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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Un nuevo curso pastoral

24 de septiembre de 2006


Publicado: BOA 2006, 375.


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Una de las tareas del obispo en su diócesis es dar aliento a los fieles cristianos para que éstos deseen cordialmente trabajar en la Viña del Señor, dentro de las parroquias y movimientos cristianos. También debe el obispo, en la medida que pueda, aportar realismo y seguir insistiendo, en mi caso, en las tres prioridades fundamentales de nuestro Plan Pastoral Diocesano para 2004-2007 : la buena formación y el cuidado de los que llevan a cabo las obras de apostolado; suscitar el entusiasmo en los cristianos para anunciar el Evangelio de la esperanza; y conseguir entre todos vivir la comunión eclesial.

Vivimos en España y en Europa una ola de nuevo iluminismo o laicismo, o como se le quiera llamar. El caso es que se ha vuelto más difícil creer, porque los hombres y mujeres parece que nos hemos construido un mundo propio y resulta costoso encontrar a Dios en este mundo: «Sufrimos una debilidad de oído ante Dios —dijo el Papa hace pocos días en su Baviera natal—, (...) ya no logramos escucharle (...). Lo que se dice de Dios nos parece precientífico, como si ya no estuviera adaptado a nuestro tiempo». Pero, a pesar de todo esto, la gente busca “algo más”, aunque muchas veces sea bastante indeterminado.

Ahí debemos estar nosotros, mostrando con hechos y también con palabras que creer en Dios es algo bello, que proporciona alegría y posee una fuerza que arrastra desde dentro, que evita caer en pesimismos destructivos. Es una fe la nuestra que nunca debe imponerse, que arraiga y se desarrolla en la libertad, que da sentido y respuestas a las preguntas de nuestro tiempo. Hay que invitar a escuchar a Dios, pues tenemos necesidad de Él. Y que no nos despiste la vida concreta de nuestra sociedad con sus problemas y lacras, ya que hay que tener muy claro que, para esos problemas y lacras, existe una unión muy fuerte entre Evangelio y hecho social: el aspecto social de la fe nace del Evangelio.

Nos preocupan, por ello, los problemas de este mundo globalizado: la paz, la inmigración, el desequilibrio entre los pueblos, el hambre, la situación de África e Hispanoamérica. No podemos ser indiferentes ante tamaños problemas, hemos de afrontarlos en nuestra actividad pastoral. Sabemos que en nuestra sociedad hay muchos que no aceptan nuestros puntos de vista sobre estos temas y otros, pues tienen una concepción diferente en cosas fundamentales. No debemos asustarnos. Ahí está la novedad de la vida cristiana, el papel central de Cristo, el valor que tiene la Iglesia. Hemos de saber qué es lo que queremos decir y transmitir. El catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva. Tenemos algo grande que proponer, aunque no sea entendido de este modo muchas veces por quienes nos desconocen y desconocen la Iglesia.

Debemos ser humildes, orar y estar unidos en lo fundamental, acompañando todo con la oración al Padre, pedir la intercesión de la Virgen Santísima para que a Cristo nada sea antepuesto, mostrando con nuestra vida que hay un modo de vivir más humano, más acorde con lo que somos: la fe y el seguimiento del Señor.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid