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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Palabras de esperanza

1 de octubre de 2006


Publicado: BOA 2006, 377.


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Es bueno que los fieles laicos cristianos sepan que, en ocasiones, sus sacerdotes hacen análisis de cómo se encuentran ellos mismos como pastores. Se dan cuenta de que son menos y en ocasiones se sienten ineficaces ante tantas necesidades. También se desaniman tratando de ir de acá para allá. Es casi inevitable la tentación de dar prioridad a veces al hacer, descuidando el ser. Lo cual se refleja inevitablemente en la vida espiritual, en el diálogo con Dios, en la oración y en la caridad, en la atención a los hermanos, especialmente a los alejados. Algo de eso le puede pasar igualmente al obispo.

Por eso me parece importante que, como aconsejaba san Gregorio Magno, cada uno de los que somos sacerdotes conozca sus límites. Sólo colaborando todos, en diálogo, en la cooperación común con otros sacerdotes y fieles, podemos cumplir todos juntos nuestro servicio, cada uno en la parte que le corresponde, como sintiéndonos todos cooperadores de la Verdad, que es Jesucristo, el Resucitado. Únicamente unidos podemos componer el “mosaico” de un trabajo pastoral que responda a la magnitud de los desafíos actuales.

Ciertamente, cada uno de nosotros puede pasar por momentos en que se desanime por cuánto hay que hacer y por nuestros límites. Pero no se hace todo a la vez, sino que hay que saber distribuir en los diversos momentos lo que se debe hacer en ésta o aquella situación. Hay que tratar de ser sabios y prudentes, porque tenemos confianza en la bondad de nuestro Señor; al fin y al cabo debe ser Él quien guíe a su Iglesia. Nosotros nos insertamos con nuestro pequeño don y hacemos lo que podemos, sobre todo las cosas siempre necesarias: el anuncio de la Palabra, los sacramentos, los signos de nuestra caridad y de nuestro amor.

El tiempo que dedicamos a la oración no es un tiempo sustraído a nuestra responsabilidad pastoral, sino que es precisamente “trabajo” pastoral, es orar también por los demás; el buen pastor es aquél «que ora mucho por sus hermanos». Así se pone de relieve que este diálogo con Dios es una actividad pastoral, sobre todo en los momentos fundamentales: celebrar la Santa Misa y rezar la Liturgia de las Horas. La recitación en ésta de los Salmos nos hace pensar, además, en la vida de cada día y nos guía al encuentro con nuestra gente. Los Salmos nos iluminan también este encuentro, porque a él no sólo acudimos con nuestra pequeña inteligencia, con nuestro amor a Dios, sino que igualmente aprendemos, a través de esta palabra de Dios, a llevar a Dios a nuestros hermanos, pues nuestra gente tiene sed. Y no es bueno que trate de apagarla sólo con las diversiones de nuestra sociedad dada al espectáculo, y no con el “agua viva”.

Tenemos esperanza, pues la Iglesia tiene a Jesucristo y está viva, aun en medio de tantas crisis, y siempre puede rejuvenecerse. Viendo a la Iglesia de hoy, viendo su vitalidad en el mundo, podemos decir también nosotros con san Pedro: Hemos creído y conocido que tú, Señor, tienes palabras de vida eterna y, por tanto, tienes una esperanza que no defrauda.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid