Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

¿Leyes progresistas?

29 de octubre de 2006


Publicado: BOA 2006, 382.


Yo no soy especialista en Bioética y trato estos temas con precaución y midiendo las palabras, porque —sucede muchas veces— las afirmaciones sin conocimiento hacen daño y se cumple aquello de que la ignorancia es muy atrevida. Pero algo sé de cuestiones morales y humanas y de cómo se manipulan los conceptos para mostrarse ante la opinión pública como “progresista”, que es a lo sumo a lo que pueden aspirar algunos.

El Gobierno socialista juega en muchas ocasiones a ser progresista en todo y quiere ignorar algunas cuestiones que le parecen baladíes, pero que afectan profundamente a la moralidad humana. Y lo moral y lo ético es muy importante. Ahora el Gobierno ha llevado a las Cortes (fue publicado en su Boletín Oficial el 22 de septiembre pasado) el Proyecto de Ley de Investigación Biomédica, necesario para la regulación de los avances de la ciencia que, respetando la libertad de los investigadores, tutele eficazmente los derechos fundamentales de todos y promueva una medicina que sirva siempre y sin excepción al bienestar y a la salud de los seres humanos.

Hasta aquí nada que objetar: se trata de alentar, y así lo hace también la Iglesia, la ciencia y la técnica que se ponen al servicio de la vida humana. Pero no a cualquier precio. El Proyecto de Ley determina, sin ninguna justificación científica, un momento en el que el “producto” de la fecundación humana puede ser considerado “embrión”: el día decimocuarto. Hasta entonces hay que considerarlo “preembrión”, producto que no merece la protección debida a la vida de un ser humano. ¿Por qué? Eso no lo dice el Gobierno, pero estoy seguro que afirma de el Proyecto de Ley es “progresista”, y parece que eso basta. ¿Lo es? En absoluto, pues no tiene ningún fundamento científico ni antropológico llamar a la misma realidad «preembrión» y más tarde «embrión».

Pero es que hay quienes no comparten las argumentaciones científicas y éticas de la Iglesia Católica, nos dicen. Sí, efectivamente es así, pero hay quienes sostienen científicamente, sin ser católicos, que desde el momento mismo de la fecundación nos encontramos con un ser humano incipiente. Y a éste, ¿no le pertenece también el beneficio de la duda? Hay que legislar para todos y no sólo por y para las mayorías efímeras, porque en este caso están en juego vidas humanas y que pasen a convertirse en mero material de investigación, dando vía legal a la mal llamada clonación terapéutica. Pero no importa, hay que ser progresistas.

Miren lo que va a suceder con el aval del Ministerio de Sanidad a ocho peticiones para crear “bebés-medicina”, basándose en la Ley de Reproducción Asistida. Es la reproducción terapéutica: se concibe un hijo sano —me gusta más esta expresión y no la de reproducción humana— que pueda actuar como donante de células del cordón umbilical para su hermano gravemente enfermo y, de esta forma, salvarle la vida. Buenísimo, ¿verdad?, y además progresista. Pero, ¿qué pasa con los embriones eliminados no sanos? Nada; según nuestro Gobierno, son “preembriones”. Hay que ser progresista.

Espero que nadie nos impida decir, con palabras de Benedicto XVI, que la resistencia de la Iglesia no es en modo alguno contra la ciencia, sino sólo «ante las formas de investigación que incluyen la eliminación programada de seres humanos ya existentes, aunque no hayan nacido (...). La historia misma ha condenado en el pasado y condenará en el futuro esa ciencia, no sólo porque está privada de la luz de Dios, sino también porque está privada de humanidad» (A los participantes en un Congreso de la Academia Pontificia de la Vida, 16-9-2006).

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid