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Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Recuperar la fe

5 de noviembre de 2006


Publicado: BOA 2006, 455.


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Un importante trabajo de los que somos católicos es entablar conversación con quienes una vez se llamaron católicos pero ya no están tan seguros de serlo. Son nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros vecinos. Jesús es algo demasiado bueno para perdérselo, y la tarea de recuperación es apasionante y urgente. Si de muchos territorios parroquiales de nuestra Diócesis apenas un 5% son practicantes; si apenas ese 5% es el que acaba bien la iniciación cristiana, si un 2 ó 3% de los confirmados permanece activo en la parroquia, si son poquísimos los cristianos que piden la Unción de Enfermos, si otros muchos fenómenos aparecen, como puede ser la falta de sensibilidad social y caritativa o la dejación de los criterios morales de la Iglesia, algo muy serio está pasando en la comunidad cristiana.

Es verdad que muchos de estos bautizados no estuvieron nunca bien iniciados a la fe; también lo es que no se ha anunciado el Evangelio con rigor en muchas ocasiones, pero también es cierto que muchos estuvieron felices en la Iglesia en el pasado y se enfriaron en su fe o dejaron la Iglesia tal vez con muchas razones para ello; otros están a punto de dejarla o acuden a la comunidad cristiana y a sus celebraciones sin ganas. Igualmente existen los que puede que deseen volver, pero necesitan un empujoncito.

El caso es que para muchos en España ser católico les ha resultado un problema. Se trata de mucha gente y da que pensar, pues para ellos ni la fe en Cristo ni pertenecer a la Iglesia es una fiesta y se ha oscurecido la alegría de ser cristiano: no hay Buena Noticia. ¿Cómo hemos de encarar este tema?

Si fueron la confusión, las heridas, el enfado, dilemas personales u otros problemas sin resolver los que hicieron a tantos abandonar la Iglesia, echar una mirada a estos temas puede servir para curar el pasado y dar esperanza para el futuro. Y se puede recuperar la fe.

Muchos de los problemas que experimenta la gente con la Iglesia, desde dentro y desde fuera, tienen que ver con la autoridad de su enseñanza. Curiosamente, esa enseñanza es también una de las primeras cosas que católicos y admiradores mencionan entre sus grandes valores. Pero los humanos estamos siempre apresados entre el gozo y el sufrimiento, la paradoja de una vida espiritual rodeada de desmoralizaciones con fecha de caducidad.

¡Cuánto podemos hacer dialogando con éstos que se marcharon de la Iglesia! Por ejemplo, ofrecer un medio para identificar la causa de la insatisfacción, calcular el daño y presentar formas posibles de reparación. Hay experiencias desagradables por culpa de representantes eclesiásticos que han podido ser el detonante del alejamiento. O un divorcio y segundo matrimonio, o problemas relativos a la sexualidad; éstas y otras consideraciones fundamentales pueden haber alejado de la Iglesia o provocado rechazo. Todo un mundo, donde la paciencia y el mostrar el verdadero rostro de la Iglesia puede ser el medio que tú y yo podemos utilizar para ayudar, si lo desean, a tantos que pueden recibir nueva luz a la hora de aceptar gustosamente la fe de nuevo.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid