Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Hoy también duermo en la calle

12 de noviembre de 2006


Publicado: BOA 2006, 457.


El domingo 12 de noviembre se celebra el Día de los sin techo, jornada ciudadana y eclesial a la vez. Partimos del artículo 47 de la Constitución Española: «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada». Este artículo de nuestra carta magna incluye, lógicamente, a todos los españoles, pero subraya, a mi modo de ver, situaciones sangrantes de los que viven en la calle. La campaña institucional de este año aborda, de hecho, la «exclusión y violencia» que sufren las personas sin hogar como expresión más clara de la vulneración de los derechos humanos. El problema ha de ser afrontado por los poderes públicos, pero las comunidades cristianas no pueden cruzarse de brazos; por eso, Cáritas diocesana y las Cáritas parroquiales hacen suya esta campaña.

¿Por qué hay gente sin techo? Fundamentalmente por la pobreza y la exclusión social, y porque se dejan de cumplir los derechos humanos. Pero estos sin techo, ¿no tienen la culpa de lo que les pasa? Nos hace falta conocer más esta realidad; nos daríamos cuenta enseguida de que estas personas deben ser consideradas, tengan o no tengan culpa, sencillamente como “personas”. En cualquier caso, una encuesta del Instituto Nacional de Estadística, realizada en 2005, nos descubre un nuevo rostro de exclusión y vulnerabilidad social de este grupo respecto al pasado. La mayor parte de los sin techo (el 82,7%) siguen siendo varones, pero no sé si conocemos que la media de edad está en los 37,9 años, y sólo el 48,2% son extranjeros.

Todos estos datos denotan prejuicios que no se sostienen, pues los que caminan por nuestras calles sin techo son más jóvenes de lo que creemos, y sufren muchas agresiones y actos violentos. Se les hace violencia porque se les impide satisfacer sus necesidades fundamentales: alimentación, vivienda, vestido... y también dignidad. La exclusión social de estos hermanos es fruto de una serie de procesos que han llevado a esta ruptura de la cohesión social. Y no son tratados bien ni por los medios, ni por los poderes públicos que se implican poco, y lo más triste, ni por nuestras comunidades cristianas.

¿Qué podemos hacer? Al menos sensibilizarnos, acercarnos a ellos, reivindicar sus derechos —ante la Administración sobre todo, aunque no en exclusiva—; y comprometer (y comprometernos) con acciones que lleven a un cambio real. Cáritas nos invita, por ello, a realizar pequeños gestos comunes, iniciativas que puedan cambiar esta situación.

No es momento de enumerar un elenco de acciones, pero sí animar a las Cáritas parroquiales, de la mano de Cáritas diocesana, a organizar reflexiones, presentación del problema, catequesis, sesiones explicativas... se trata de empeñarse en solucionar algo muy visible en nuestras ciudades y pueblos, pues los sin techo son personas con mala salud (física o psíquica), y han ido perdiendo poco a poco familia y amigos, por lo que carecen de relaciones sociales a las que acudir en demanda de ayuda. Para los católicos, estos hermanos sin techo pueden equipararse a los antiguos peregrinos, a los que había que dar posada como muestra de misericordia.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid