Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La gramática que enseña a todos a leer

21 de enero de 2007


Publicado: BOA 2007, 9.


Me llamó poderosamente la atención la destreza y el modo tan bello de exponer Benedicto XVI lo que él llama la «gramática» trascendente. Lo ha hecho en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2007 . ¿Qué gramática es ésta? Sencillamente que no vivimos en un mundo irracional o sin sentido; que hay una lógica moral que ilumina la existencia humana y hace posible el diálogo entre los hombres y entre los pueblos. En realidad, esa «gramática» es el conjunto de reglas de actuación para cada persona y de relación entre las personas en justicia y solidaridad, que está inscrita en las conciencias, y que los creyentes decimos que refleja el sabio proyecto de Dios.

No se crean ustedes, pues, ese eslogan que dice que cada uno tiene su verdad, que ésta no existe en sí, y que se puede relativizar todo; no es muy razonable admitir ese eslogan. El ser humano es alguien capaz de conocerse, de entregarse libremente, de entrar en comunión con otras personas; es capaz de tareas comunes con otros, de ponerse de acuerdo en una respuesta coherente con un plan que está por encima de él. El criterio en que debe inspirarse dicha respuesta no puede ser otro que el «respeto de la gramática escrita en el corazón del hombre por su divino Creador», afirma el Papa.

Existen menos agnósticos de lo que parece y pocos ateos “verdaderos”. En esta perspectiva, dice el Papa, las normas del derecho natural no han de considerarse como directrices que se impongan desde fuera, como si se tratara simplemente de visiones diferentes del mundo, que otros nos quieren hacer creer, y de este modo coartaran la libertad del ser humano. Por el contrario, deben ser acogidas como una llamada a llevar a cabo fielmente proyectos inscritos en el corazón humano. Por tanto, los pueblos pueden acercarse así al misterio más grande, que es el misterio de Dios, si quieren. Ahí está también la base del reconocimiento y el respeto de la ley natural, que es el fundamento para el diálogo tanto entre las diversas religiones como entre creyentes y no creyentes. El gran punto de encuentro.

¿Es posible constatar esta realidad? Sí, evidentemente. ¿Dónde? Por ejemplo, en el derecho a la vida y a la libertad religiosa, en el deber que todos sentimos de respetar la dignidad de cada ser humano, pues no se puede disponer libremente de la persona. Quien tiene poder político, tecnológico o económico sabe que no está bien violar los derechos de los menos afortunados.

El derecho a la vida hace conocer a todos los estragos que hacen las guerras, el terrorismo, las diversas formas de violencia, la muerte silenciosa provocadas por el hambre, el aborto, la experimentación de embriones y la eutanasia. Sabemos todos que todo esto es atentar contra la paz. Todos conocemos la igualdad de todas las personas, las desigualdades injustas en el acceso a los bienes esenciales como la comida, el agua, la casa y la salud; conocemos las desigualdades insoportables entre hombre y mujer o la en ocasiones insuficiente consideración de la condición femenina. Todo esto está inscrito en esa «gramática» natural de la que habla el Papa.

¿Cómo entonces siguen las guerras, el terrorismo, la extorsión, la especulación, el hambre, la injusticia opresora? Porque existe la mentira y la capacidad de equivocarse, porque no se quiere empezar a leer según esa «gramática», aunque sea de modo balbuciente, para ir tomando velocidad. Porque, en definitiva, la «gramática» no nos quita nuestra capacidad de decidir, y podemos decidir mal. Es nuestra pobre libertad.