Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Ponte en camino... eres misionero

28 de enero de 2007


Publicado: BOA 2007, 10.


En esta ocasión voy a dirigirme a nuestros chavales cristianos, desde los que comienzan la catequesis infantil parroquial hasta los que están ya llegando a la adolescencia. ¿Hay algún motivo especial? Sin duda. El día 28 de enero es la Jornada de la Infancia Misionera. «¿Y que tenemos que ver los niños y niñas con esa Jornada?», dirán algunos. ¿No estáis bautizados? «¡Claro que sí!» ¿Y eso qué significa sino que formáis parte de la Iglesia, la gran familia de Jesús? En una familia todos tenemos que hacer algo. «¿Y qué quiere esto decir?», seguirán preguntando otros. Que todos los que formamos la Iglesia (obispo, curas, religiosos, padres y madres, jóvenes y chavales) tenemos una misión: vivir la fe cristiana con alegría y llevarla a los que no la tienen, porque no conocen a Jesús.

Benedicto XVI dijo el día de Reyes que en muchos lugares se celebra el Día de la Infancia Misionera, que ésta es la fiesta de los niños cristianos que viven con alegría el don de su fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo. ¡No me digas que no es bonito! ¡Cuánto podéis hacer vosotros, chavales, si sois capaces de no pensar únicamente en vosotros, sino de ver que otros chicos y chicas os necesitan! ¿Pero qué podemos hacer?

Primero, abrir el corazón y conocer qué pasa. Vosotros, claro está, tenéis problemas y alguna que otra dificultad en casa, en el colegio, en los juegos, pero, ¿sabéis qué pasa por el mundo con los niños? 6 millones de menos de 5 años mueren cada año por falta de alimento. Como para que te quejes de lo que tu mamá te pone en la merienda. Pero es que hay 180 millones de niños, menores de 10 años, que padecen desnutrición; 177 millones sufren retraso en su crecimiento a causa de la destrucción de sus madres durantes los meses del embarazo. 8 millones de recién nacidos mueren en su primer año debido a la mala salud. Más de 250.000 niños menores mueren cada año por enfermedades que podían prevenirse fácilmente. 130 millones no van a la escuela. 600.000 niños soldados, que empuñan las armas en el mundo. 100 millones son “niños de la calle”, es decir, malviven de lo que mendigan, roban o encuentran en la basura.

A mí me impresiona lo que cuenta una misionera española en la República del Congo. Conoció a una familia con seis hijas. Cada año la madre daba de alta en el colegio a tres de ellas, mientras las otras tres trabajaban para sostener la familia. Al año siguiente retiraba a las tres que habían ido a la escuela y daba de alta a las otras tres. Y así cada año. Habla también la Hermana de un chico de unos 16 años, sucio y hambriento que llegó cojeando por una herida de bala. Era un niño soldado. Cuando tenía 7 años lo raptaron de su colegio con otros que no pudieron escapar. Lo mandaron al frente, porque a estos niños los ponen en primera línea y los obligan a matar: o matas o te matamos. Aquel niño pidió a la misionera que le diera algo de comer y una identificación, para poder sobrevivir. «He matado a mucha gente —le decía a la Hermana—, pero Dios es grande y sabe por qué lo hice, por salvar mi vida». Aquel adolescente tenía miedo, pero alguien le acogió y le dio la oportunidad de cambiar.

Si se anuncia el Evangelio, se consigue que la gente viva el amor que Jesús trajo, que nos dice que somos hermanos y que Dios es Padre de todos, y se evitan los odios y las guerras y tantas injusticias. ¿Entendéis por qué es tan importante vivir con alegría el regalo de la fe para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo? ¡Ánimo!, a ponerse en camino... eres misionero.