Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Retos que hemos de afrontar

4 de febrero de 2007


Publicado: BOA 2007, 12.


El Santo Padre, en un precioso discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ente la Santa Sede, el 8 de enero pasado , invita a mirar la situación internacional para examinar los retos que debemos afrontar juntos los humanos. No es discurso, pues, dirigido a los católicos únicamente. ¡Qué altura de miras! Denota grandeza de espíritu, tan contrario a esos problemotes que nos muestran algunos medios, como la presencia o no de crucifijos en alguna escuela pública, aireados por enormes muchedumbres que se cuentan con los dedos de nuestras manos. ¿Habrán contado las veces que directores u otros responsables de colegios de iniciativa pública han retirado crucifijos sin contar con nadie, haciéndose los únicos intérpretes de la Constitución? ¿No habrá otros problemas mayores en que ocuparse en el ámbito de una educación escolar tantas veces inquietante y preocupante?

Dice el Papa: «Entre las cuestiones esenciales, ¿cómo no pensar en los millones de personas, especialmente mujeres y niños, que carecen de agua, comida y vivienda? El escándalo del hambre, que tiende a agravarse, es inaceptable en un mundo que dispone de bienes, de conocimientos y medios para subsanarlo. Esto nos impulsa a cambiar nuestros modos de vida y nos recuerda la urgencia de eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial, y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente y un desarrollo humano integral para hoy y sobre todo para el futuro». ¿Dónde está el cumplimiento de los compromisos asumidos por la comunidad internacional en los años recientes? Igualmente preocupantes son las negociaciones sobre armas convencionales o de destrucción masiva, y, por otra parte, el aumento de los gastos militares a escala mundial. O el problema del terrorismo y la seguridad de los ciudadanos.

¿Cómo no inquietarse asimismo por los continuos atentados a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural? Y no hablo sólo del aborto o la eutanasia, sino de todo lo que origina el que millones de hombres y mujeres se vean obligados a dejar su patria violentamente o buscando condiciones de vida más dignas. ¿No es ilusorio pensar, dice el Papa, que los fenómenos migratorios puedan ser bloqueados o controlados simplemente por la fuerza? Son problemas que han de afrontarse con humanidad, justicia y compasión. Se extienden también amenazas contra la estructura natural de la familia, fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, así como los intentos de relativizarla dándole el mismo estatuto que a otras formas de unión radicalmente diferentes. Son ofensas a la familia, que no traen nada bueno.

El Papa recorre los países y regiones de nuestro planeta en guerra o con hambre por subdesarrollo, cuya situación es muy preocupante. También lo es lo que ocurre en Europa, donde no son protegidos los valores fundamentales que están en la base de la dignidad humana, como la libertad religiosa en todas sus dimensiones, así como los derechos institucionales de las Iglesias. No se puede hacer abstracción del innegable patrimonio cristiano de este continente, que contribuyó ampliamente a modelar la Europa de las naciones y de los pueblos.

El Papa no olvida los elementos positivos que caracterizan nuestra época. ¿Se mantendrá la voluntad de no olvidar a África, Latinoamérica o Asia? Las soluciones constituyen un reto que nos implica a todos: promover y consolidar todo lo que de positivo hay en el mundo y superar, con buena voluntad, sabiduría y tenacidad, lo que hiere, degrada y mata al hombre. Todo será posible, si se respeta la persona humana. Ese es el problema.