Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Preparamos la Pascua

25 de febrero de 2007


Publicado: BOA 2007, 17.


Desde el Miércoles de Ceniza (21 de febrero) hasta la fiesta de Pentecostés (27 de mayo) tenemos los cristianos casi 100 días en este año que son una gracia de Dios para renovar nuestra vida. En el centro de esos días celebramos el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo (Triduo Pascual), al que preceden los 40 días de la Cuaresma, y al que siguen los 50 días del tiempo pascual. Nada se puede comparar a ese Misterio de la Pascua; ninguna fiesta cristiana es mayor. Es nuestra fiesta esencial. Y hay que prepararla. Lo que no se prepara, he leído hace unos días, no se vive ni se valora.

La Cuaresma, pues, quiere conducirnos hasta el misterio de Cristo celebrado en el Triduo santo, cuyo centro es la Vigilia Pascual. Comunidades parroquiales, cofradías, movimientos apostólicos y asociaciones católicas, la Iglesia diocesana toda comienza a caminar el Miércoles de Ceniza hacia la Pascua. Los que se preparan al Bautismo (sus padres, si sus hijos son pequeños), a la Confirmación y a la Eucaristía entran con la Cuaresma en tiempo propicio. Los ya iniciados disponemos igualmente de este tiempo previo a la Pascua que es oportuno para renovar nuestra de vida de fe, esperanza y caridad, la vida según el Espíritu que recibimos en la Iniciación cristiana. Tiempo para confesar nuestro pecado, el mal que hemos hecho a los demás que afea a la Iglesia y no acepta el Padre de los cielos. La ceniza nos indica que somos limitados y no hemos de desaprovechar esta Cuaresma, pero sobre todo nos abre el corazón al cambio de mentalidad para vivir el seguimiento de Cristo y su Evangelio.

El Papa nos pide reflexión cristiana en este tiempo y nos ofrece el tema bíblico para este año: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19,37). Se trata de mirar a Aquél que en la Cruz consuma el sacrificio de su vida para toda la humanidad. ¡Mirar a Cristo crucificado! ¿Qué descubriremos en Él? El amor de Dios. Su Hijo nos muestra el amor oblativo de quien busca exclusivamente el bien del otro. Este amor con el que Dios nos envuelve es sin duda un amor muy especial (agapé). Pero leyendo la Biblia parece que Dios necesita de nosotros y que pide nuestro amor. El Todopoderoso espera el “sí” de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa. ¿Acaso puede el ser humano dar algo bueno que Él no posea? Este tipo de amor (eros) parece difícil que se dé en Dios, pero Él es así.

¡Miremos a Cristo traspasado en la Cruz! Es la revelación más impresionante del amor de Dios, un amor en el que están eros y agapé, esas dos maneras de amar. «Mirarán al que traspasaron». Esta indicación de san Juan no se queda en un simple mirar. «De este modo contemplar al que traspasaron nos llevará a abrir el corazón a los demás reconociendo las heridas infligidas a la dignidad del ser humano; nos llevará, particularmente, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchas personas» (Benedicto XVI, Mensaje de Cuaresma 2007) .

La Cuaresma, así, se llena del rostro de Cristo y del rostro de los que sufren, en quienes está el Crucificado. Sólo así podremos participar plenamente de la alegría de la Pascua.