Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta semanal

Mirada agradecida

22 de abril de 2007


Publicado: BOA 2007, 100.


En la Iglesia hay mujeres y hombres que tienen la virtud de acercar a los demás la persona de Jesús, de animarles a vivir cada día el misterio de Cristo, a descubrir nuevos ámbitos del conocimiento grandioso de la fe. No creo exagerar diciendo que una de esas personas es Benedicto XVI. El lunes 16 cumplía ochenta años; el jueves 19 de abril dos como sucesor de Pedro. Dios le bendiga. No digo esto porque quiera halagar al Papa, pues al fin y al cabo soy Obispo. Ni es mi estilo ni para nada se va a enterar el Santo Padre de estas palabras mías.

Desde los primeros años de los setenta vengo leyendo publicaciones de Joseph Ratzinger. Puedo confesar que no creía hace dos años que fuera a ser él el nuevo Papa. Aparte de sus obras teológicas, siempre claras, me interesaron mucho sus reflexiones y homilías, que me ayudaron a penetrar mejor en los tiempos litúrgicos. La sabiduría humana y cristiana del papa Benedicto me parece evidente y es un apoyo para muchos católicos a la hora de comprender problemas teológicos y morales complejos.

Sólo he podido mantener con él una breve conversación al final de una de las audiencias de los miércoles en el pasado noviembre. Fue prácticamente una mirada suya hacia lo que yo le decía presentándome como arzobispo de Valladolid. Pero fue suficiente para darme cuenta del valor que tiene para un obispo de la Iglesia católica la persona de aquel en el que ahora vive Pedro: navegamos en la misma barca en la comunión eclesial, él presidiéndonos en la caridad, como obispo de Roma, yo al frente de esta Iglesia que camina en Valladolid. En Pedro hay, sin duda, una presencia de Cristo de la que no puede prescindir.

El papa Benedicto XVI nos conmueve. Su magisterio quiere hacer habitable la fe en nuestra sociedad, que tantas veces huye de la racionalidad. Él hace sencilla y profunda nuestra adhesión a Cristo. Sus homilías y discursos no cansa leerlos: son diáfanos. La gente que acude a las audiencias de los miércoles en Roma disfruta escuchándolo. Y les aseguro que esos encuentros con el Papa, en los que él imparte sus catequesis, son cada día más numerosos y, salvo en los días invernales, se desarrollan en la plaza de San Pedro.

Decía yo no hace muchos días, aludiendo al 80º aniversario de su nacimiento, que a mí no me parece que los tenga, pero los tiene. Por esta razón, aunque su vida esté entregada hace tiempo a la Iglesia, le pedimos que cuide su vida, para cuidarnos. Os pido que oréis por Su Santidad, ahora que ya ha entrado en el tercer año de su pontificado. ¡Cuánto necesitamos cuidar nuestra pertenencia a la Iglesia y gozarnos en ello! Sabemos que los problemas de todos los hombres y mujeres del mundo son los problemas de la Iglesia, porque Cristo no es ajeno a ellos. ¡Gracias, Santo Padre! ¡Felicidades de corazón!