Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Apostolado seglar en Pentecostés

27 de mayo de 2007


Publicado: BOA 2007, 245.


El día de Pentecostés es un día grande para todos los cristianos; en él esperamos todos recibir la fuerza del Espíritu Santo para ser, cada uno según su vocación y misión, testigos de Cristo entre los hombres y mujeres con los que vivimos. Es un día grande, porque el Espíritu, sin hacer distinción, descendió sobre los Apóstoles y María, nuestra Madre, y nació la Iglesia como una semilla, pequeña, pero llena de fuerza y vitalidad. El día de Pentecostés es fiesta de todos los cristianos. Todos necesitamos del Espíritu de Jesucristo. Pero la Iglesia que peregrina en España recuerda con insistencia la necesidad del apostolado seglar asociado y de la Acción Católica.

Evidentemente los fieles laicos tienen un lugar destacado en esta Iglesia. Hay una condición de fiel laico en la Iglesia de Cristo porque es una vocación y una misión específica, como la tienen los religiosos, los sacerdotes y diáconos y otros consagrados. Y como la tienen los obispos. Y no se puede jugar con la vocación peculiar con la que son llamados por Dios el hombre y la mujer bautizados sin especial consagración en la Iglesia.

El Día del Apostolado Seglar nos recuerda, por ello, que el encargo o misión de los laicos es el apostolado en el mundo en que viven, en las grandes y pequeñas actividades que realizan cada día en el interior de la sociedad. Y para realizar esta tarea es muy bueno hacerlo de modo asociado, no aisladamente, en la inmensa variedad de grupos, movimientos y asociaciones, que le dan a la Iglesia una riqueza enorme, pues los carismas que el Espíritu Santo derrama en ella son muchos y muy buenos.

Los laicos viven comprometidos en el mundo y en lo que el Concilio denominó «índole secular». Éste es un trabajo exigente y muchas veces desagradecido. Si se quiere hacer bien, exige sacrificio y entrega; por eso no está mal que la Iglesia entera exhorte a los fieles laicos a coger el arado y trabajar. Y esa insistencia en invitar a los seglares a unir fuerzas y trabajo en el campo de las asociaciones apostólicas es explicable: el apostolado asociado hace visible a la Iglesia en el mundo como cuerpo de Cristo y ayuda a la eficacia de ese trabajo.

El papa Juan Pablo II invitaba con frecuencia a los laicos a ser confesores de la fe en el mundo de hoy, mediante la palabra y las obras. «¿Qué he hecho de mi Bautismo —eran sus palabras—? ¿Cómo estoy respondiendo a mi vocación? ¿Qué he hecho de mi Confirmación? ¿He dejado que fructifiquen los dones y los carismas del Espíritu? ¿Es Cristo el “tú” presente en mi vida? Mi adhesión a la Iglesia, misterio de comunión misionera, tal y como su fundador la quiso y como se va realizando mediante la Tradición viva, ¿es verdaderamente plena y profunda? (...) Mi vida conyugal, familiar y profesional, ¿está impregnada de la enseñanza de Cristo? Mi compromiso social y político, ¿arraiga en los principios evangélicos y en la doctrina social de la Iglesia?...». La promoción de los laicos y su corresponsabilidad en la vida de la comunidad cristiana, así como su apostolado y su servicio en el seno de la sociedad, es uno de los muchos signos de esperanza surgidos tras el Concilio para la misión de la Iglesia.

Pentecostés es también el día de la Acción Católica. Ella es una entre las asociaciones de seglares católicos. No es la única ni la mejor; es simplemente una que, como todas las demás, tiene sus peculiaridades. ¿Cuáles son éstas? La de no tener peculiaridad; es la asociación de seglares que, aunque tenga una metodología propia, se identifica con la vida diocesana porque lo que intenta es justamente formar a los laicos de una diócesis, militantes cristianos que se identifiquen, como carisma propio, con su obispo y sus directrices, con la pastoral ordinaria y general de la Iglesia en las parroquias o en los ámbitos en que trabaja, con el compromiso de sacar adelante la vida cristiana de quienes les rodean.

Felicidades y agradecimiento a todos los fieles laicos que trabajan por ser sal y luz del mundo. Es Pentecostés, es nuestra fiesta.