Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Urge apoyar a la familia

24 de junio de 2007


Publicado: BOA 2007, 251.


A estas alturas del mes de junio, cuando san Juan y san Pedro llegan y se acerca el periodo estival, al acabar el curso escolar y el curso pastoral, conviene pensar en cosas importantes, por ejemplo, en la familia. Había pasado desapercibido para mí, en medio de tantas cosas en las que los humanos estamos inmersos, que el Partido Popular presentó hace apenas tres semanas en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para poner en marcha un “Plan integral de apoyo a la familia”. ¡Qué sorpresa! Algunos partidos lo apoyaron, pero la mayoría no aceptó que saliera adelante.

No sé cuáles fueron las razones por las que el partido del Gobierno votó en contra. Parece ser que el Grupo Socialista piensa que el Ejecutivo ya ha hecho en esta legislatura mucho por la familia con las leyes de todos conocidas. No entro en consideraciones y juicios que ya he hecho en otras ocasiones. Me parece que con la institución familiar para nada valen las ideologías. Son discusiones inútiles, aunque para mí la verdad de la familia es importantísima. Quiero centrarme en las consecuencias que trae consigo no preocuparse de verdad de un tema tan vital. Alguien ha dicho que la familia debe ser ayudada por el hecho de que su existencia es una enorme aportación a la sociedad, y no valen sólo los recursos económicos. Y de esto parece que adolecía esa proposición no de ley del Partido Popular. Lo cual es una pena, realmente. Con dinero no se soluciona todo, aunque seguimos siendo el país de nuestro entorno que proporciona menos ayudas a la familia.

Por ello, expertos en familia opinan que la carencia principal de la propuesta del principal partido de la oposición es que se basa exclusivamente en cuestiones económicas. De ser así, yo lamento una vez más que no se proponga el matrimonio como institución específica para la unión entre hombre y mujer, la estabilidad del matrimonio frente a la banalidad que supone el “divorcio exprés”, y que sean los padres quienes tengan el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales, como indica la Constitución Española. ¿No se quiere entrar en esos temas?

Y hay que decir muy alto que factores de decadencia o disolución de nuestra sociedad son la drástica bajada de la natalidad, el pensamiento débil y el sentido ético más débil aún, la corrupción pública y privada, la seducción ante la llamada nueva cultura, que muestra continuas concesiones a quienes no gustan de la virtud. Pero estamos muy orgullosos de nuestro modo de vivir y quienes se atreven a ir por otras sendas son tachados de todo, y no bueno, por cierto. ¿Podemos estar siempre ufanos de nuestros logros técnicos, de nuestras nuevas formas de conseguir ocio, fiesta y diversión? ¿Para cuándo plantear los interrogantes más profundos? ¿Para cuándo unirse para el bien común y la apertura a los temas globales, como la guerra, el hambre, el morir en África o en América? ¿Abordaremos con más rigor, lejos de ideologías, la verdadera educación de las nuevas generaciones, el despiste de adolescentes y jóvenes? Lo deseo fervientemente.