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Crónica

Francisco Cerro Chaves, nuevo obispo de Coria-Cáceres

Ordenación

2 de septiembre de 2007


Publicado: BOA 2007, 443.


  • 1. Consagración y toma de posesión
  • 2. Alocución durante la ordenación
  • 3. Entrada y presentación en Cáceres
  • 4. Lema y escudo episcopal del nuevo Obispo

    1. Consagración y toma de posesión

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    El domingo 2-9-2007, a partir de las 17:30 horas, tuvo lugar en la Catedral de Coria (Cáceres) la ordenación episcopal y toma de posesión de D. Francisco Cerro Chaves, recientemente nombrado obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres . La ceremonia fue presidida por el Nuncio del Papa en España, D. Manuel Monteiro de Castro, y fue concelebrada por el Cardenal Arzobispo de Toledo, el Nuncio del Papa en Londres, el obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española, los arzobispos de Valladolid, Mérida-Badajoz, Toledo, Burgos y Santiago de Compostela, los obispos de las diócesis vecinas de Plasencia, Salamanca y Ciudad Rodrigo, el anterior obispo de Coria-Cáceres y actualmente obispo de Albacete, D. Ciriaco Benavente Mateos, y otros obispos y arzobispos hasta un total de 32, así como más de trescientos sacerdotes llegados de diversas diócesis.

    Asistieron cerca de cinco mil fieles, de los que más de mil procedían de nuestra Archidiócesis de Valladolid, y también eran numerosos los asistentes de Toledo, Archidiócesis donde D. Francisco fue ordenado presbítero, y de todas partes de Extremadura. En representación de las autoridades civiles, estuvieron presentes el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara; la delegada del Gobierno en la región, Carmen Pereira; el presidente regional del PP, Carlos Floriano; el subdelegado del Gobierno en Cáceres, Fernando Solís; la alcaldesa de Cáceres, Carmen Heras, y las corporaciones municipales de Coria y de Malpartida de Cáceres, la localidad natal de D. Francisco.

    La ceremonia, que tuvo una duración de algo más de dos horas y media, se desarrolló sobre una tarima colocada en el atrio exterior de la Catedral, reservándose diversos espacios en la plaza: uno para los presbíteros, otro para el coro diocesano de Coria y el coro diocesano joven de Valladolid, otro para los familiares del obispo electo y otro para las autoridades. Por la plaza y calles próximas se colocaron unas tres mil sillas, se instalaron pantallas para facilitar el seguimiento de la celebración (también en el interior del templo) y se distribuyeron unas dos mil gorras para mitigar el notable calor que reinó durante el acto, que causó que diez personas tuvieran que ser atendidas por leves lipotimias.

    Durante su homilía, el Nuncio deseó a Monseñor Cerro «una feliz y fecunda misión apostólica en su tierra natal» y aseguró a los fieles: «Tenéis un pastor muy bien preparado y muy cercano». También felicitó al actual obispo de Albacete, D. Ciriaco Benavente, por su labor al frente de la Diócesis de Coria-Cáceres, y a D. Ceferino Martín Calvarro por su etapa de nueve meses como Administrador diocesano. La homilía versó sobre la vida del nuevo Obispo y la importancia de la virtud de la humildad en la vida cristiana, apoyándose en los textos de las lecturas.

    A continuación, se desarrolló el ritual de la ordenación episcopal, con el interrogatorio y las promesas del nuevo obispo, la imposición de manos y de los Evangelios, la unción, la colocación del anillo y de la mitra, y la entrega del báculo, regalado por el pueblo de Malpartida de Cáceres, y finalmente la toma de posesión de la Diócesis al sentarse en la cátedra. Actuaron como consagrante principal el Nuncio, y como co-consagrantes los arzobispos de Mérida-Badajoz y Valladolid.

    El nuevo obispo de Coria-Cáceres se propone trabajar en tres tareas muy concretas: dinamizar una pastoral vocacional que permita rejuvenecer el clero, implicar decididamente a los laicos en la actividad evangelizadora de la Diócesis y lograr que los jóvenes reconozcan en la Iglesia su propia casa. Y todo ello desde una opción por los pobres, a los que ofrece su ministerio y desde la confianza en el Corazón de Jesús.

    2. Alocución durante la ordenación

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    Queridos hermanos todos:

    Corazón de Jesús

    En este día tan especial para mí, doy gracias a Dios Padre por la vida que me ha regalado y por la historia de salvación que ha ido realizando en mí. Doy gracias a Dios por haber conocido a Jesucristo y por el don de la fe, que da sentido a mi existencia y ministerio eclesial. Gracias al Espíritu Santo, que vivifica mi vida y me congrega en la Iglesia de Jesucristo.

    El Corazón de Cristo ha estado muy presente a lo largo de mi vida desde mi despertar vocacional; cuando a los catorce años, en unos ejercicios espirituales, me fijé en el corazón redentor de Jesucristo, en la ternura amorosa y misericordiosa de Dios para conmigo y para con todos los hombres. Este encuentro me llevó, años más tarde, a ingresar en el seminario y madurar mi vocación sacerdotal, buscando identificarme con los sentimientos de su corazón, con los sentimientos de Cristo, tal como nos recuerda la Carta a los Filipenses. Esta es la teología de mi vida. La teología del Dios Amor, encarnado en un corazón humano y entregado por nosotros hasta la muerte.

    Por eso, para mí no es una devoción, sino evangelio. Es la mística del Triduo Santo, de Juan y María ante la cruz, de muchos hombres y mujeres de la historia que han amado mucho y se han entregado mucho a Dios y al prójimo... En el corazón traspasado de Cristo descubrimos el amor insondable de Dios, que ama con un corazón humano.

    Y esta es la teología y espiritualidad de todo buen pastor, que ama y da la vida por sus ovejas, por su Iglesia, por los que el Señor le confía. En todo lo que hace manifiesta el amor de Cristo y su entrega a los demás. Y busca llevar a todos los hombres hasta el corazón redentor de Jesús, fuente de misericordia, de paz, de justicia, de gracia y de verdad. Porque, cuando nos acercamos al Corazón de Cristo, nos acercamos al Dios vivo, como nos ha recordado hoy la segunda lectura.

    Nos abrimos a Dios cuando desmontamos nuestras grandezas humanas; cuando reconocemos nuestra pequeñez y ponemos nuestra confianza únicamente en Dios. ¡Qué oportuna la primera lectura de este domingo!: «Procede con humildad... Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios; es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes». Estas palabras del libro del Eclesiástico recuerdan que la actitud del hombre ante la misericordia de Dios es la humildad. Y el evangelio hablaba del último puesto..., es decir, del humilde servicio que nos ha de caracterizar a todos los servidores de la Iglesia. ¡A todos!, obispo, sacerdotes y diáconos, religiosos y laicos. Es la actitud de todo discípulo y apóstol de Jesucristo, y es la actitud de todo pastor y obispo: «el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lc 14).

    Al contemplar el corazón manso y humilde de Jesucristo, deseo vivir mi ministerio episcopal entre vosotros, queridos hermanos de la Diócesis de Coria-Cáceres, con la humilde entrega de Jesucristo; siendo consciente de la grandeza y misericordia de Dios y de la pequeñez humana.

    Nacido de María Virgen

    La tradición occidental utiliza el símbolo del corazón para representar la totalidad del ser humano. El Corazón de Cristo refleja, por tanto, el amor divino y humano: el amor de Dios hacia el hombre y el amor del hombre hacia Dios. Porque Jesucristo es Dios y hombre, nacido en el seno de la Virgen María.

    María, la humilde sierva del Señor, presta su dócil colaboración para que Dios actúe por medio de ella a favor de todos los hombres. «¡Fiat!», hágase. Con su disponibilidad se convierte en humilde instrumento del Señor para salvar a todas las generaciones. Al contemplar a María, nuestra respuesta es el agradecimiento; el amor filial a la Madre entregada por el mismo Jesús a toda la Iglesia en sus momentos últimos; la alegría por ser guía en nuestra peregrinación terrena y modelo para todos los discípulos de su Hijo.

    La Virgen María ha sido muy importante en muchos momentos transcendentales de mi vida. Tengo la experiencia personal de que cuida de nosotros. Es nuestra Madre y no puede abandonarnos.

    Me gustaría, hermanos de mi querida Diócesis de Coria-Cáceres, que no olvidáramos la presencia de la Virgen María entre nosotros, invocada en estas tierras con la advocación de Nuestra Señora de Argeme. A su cuidado materno encomiendo nuestros enfermos y moribundos, especialmente aquellos que se sienten más solos y desesperados.

    Para la evangelización de los pobres

    El lema de mi ministerio episcopal expresa mi deseo de contemplar el Corazón de Cristo como la fuente de donde mana la verdadera evangelización de los pobres.

    En el evangelio de Lucas, la misión pública de Jesucristo se inaugura con la unción del Espíritu en el Bautismo y su predicación en la sinagoga de Nazaret. Es allí donde se presenta como el Ungido de Dios —es decir, el Mesías, el Cristo—, para anunciar la salvación a los pobres. Es ungido para ser enviado, para anunciar la Buena Noticia del Evangelio, especialmente a los más pobres.

    La misión de Jesús, continuada por los Apóstoles y sus sucesores los obispos, unidos a todos los miembros de la Iglesia, nos urge a evangelizar, a anunciar la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo a todos los hombres.

    Decía el venerado papa Juan Pablo II al Sínodo Extraordinario de los Obispos de Europa que evangelizar es decir a cada persona: «Dios te ama, Dios ha venido por ti». La evangelización supone acercarse a todos para llevar la persona y el misterio de Cristo a todos, en primer lugar a los más pobres. Sin esta clave no hay fecundidad en nuestros planes pastorales. No hay evangelización mientras no se vaya a los pobres. Y ¿quiénes son los pobres? Los sufrientes, los carentes de amor. Donde hay carencia de amor, allí hay pobreza. Hay muchas personas que tienen necesidades materiales, incluso las más primarias. Hay nuevas formas de pobreza entre nosotros, que no podemos ignorar: enfermos mentales, depresivos, separados, divorciados, jóvenes y ancianos a los que no quiere nadie... todos son carentes de amor.

    La evangelización comienza por estos desheredados de la tierra. Comienza por el encuentro, y la grata acogida, y la escucha, y el amor manifestado en el gesto, y en la atención posible a su necesidad. Esta es la actitud que le reconoce en su dignidad de persona. El amor servicial del cristiano es la actitud para la evangelización de los demás. «Dios prepara su casa para los pobres», hemos cantado en el salmo, y nosotros somos servidores de su casa, de su templo, de su Iglesia.

    Queridos diocesanos de Coria-Cáceres, con la celebración de mi ordenación episcopal comienza mi ministerio pastoral entre vosotros. Os ofrezco todo lo que soy.

    Quiero ser buen pastor entre vosotros, queridos presbíteros y diáconos, para que continuemos la misión de Jesucristo en esta tierra.

    Quiero ser buen pastor entre vosotros, queridos religiosos y religiosas, consagrados para reflejar la caridad perfecta de Cristo como testimonio de su Reino, ya presente entre nosotros.

    Quiero ser buen pastor entre vosotros, queridos seminaristas y jóvenes, para descubrir la vocación a la que llama el Señor y entregarnos gozosos a su servicio.

    Quiero ser buen pastor entre vosotros, queridas familias, queridos laicos y laicas, que comprendéis muy bien el sacrificio y entrega que supone todo amor, para ser «sal de la tierra y luz del mundo».

    Quiero ser buen pastor entre todos vosotros, queridos hijos de esta Diócesis, y tratar de vivir la recomendación que el papa Benedicto XVI me comunica en la Bula de mi nombramiento episcopal que hemos leído en esta celebración: «Finalmente, querido hijo, que, mediante los dones del Espíritu Santo, puedas presidir y hacer crecer a los fieles que se te han entregado, empleando la mayor caridad, que es la virtud principal de los pastores: Pues sólo pastoreamos cuando amamos».

    Pido que el amor del sagrado Corazón de Cristo sea la fuente de donde brote la fuerza y el aliento para evangelizar y servir como padre, pastor y obispo a todos los pobres e hijos de esta tierra y Diócesis de Coria-Cáceres. A Él, con Santa María de Argeme, consagro todo mi ministerio episcopal.

    3. Entrada y presentación en Cáceres

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    El martes 4-9-2007, a partir de las 19:30 horas, tuvo lugar en la Concatedral de Santa María de Cáceres la primera eucaristía del nuevo obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres, que sirvió como acción de gracias y presentación ante los cacereños.

    El interior de la Concatedral se adornó con gladiolos y claveles blancos y con los pendones de la Virgen de la Montaña, el de San Jorge, el del Cabildo Catedralicio y los escudos de la ciudad. En la fachada del templo se colgó el escudo episcopal, formado por el Corazón de Jesús, la Virgen de Guadalupe y el castillo del escudo de Malpartida de Cáceres, el pueblo natal del Obispo. Se instalaron varias pantallas gigantes en el interior y una más en la plaza de Santa María.

    Entre los fieles, que llenaron el templo y sus alrededores, se encontraban la alcaldesa de Cáceres, Carmen Heras; el subdelegado del Gobierno, Fernando Solís; el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, Aurelio Blanco; y el coronel jefe del Cimov, Jesús Estacio, así como una amplia representación de las diferentes cofradías de la ciudad.

    La misa se inició con la procesión desde el Palacio Episcopal a la cercana Concatedral, y fue concelebrada por medio centenar de sacerdotes. Durante su homilía, el Obispo dejó claro que el inicio de su episcopado está marcado por el diálogo con todas las confesiones cristianas que conviven en la Diócesis; de hecho, entre los invitados a la ceremonia se encontraban miembros de otras comunidades religiosas de Cáceres, como la evangélica.

    D. Francisco explicó a los fieles las líneas que marcarán su tarea pastoral. «Quiero ponerme el corazón de Dios para ver a las personas». Avanzó que trabajará para hacer vivir y acercar la buena noticia del Evangelio. Y, por último, incidió en la idea que ya destacó en su ordenación, la evangelización de los pobres: «Quiero descubrir la evangelización a los pobres porque es lo que hace creíble a la Iglesia».

    4. Lema y escudo episcopal del nuevo Obispo

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    Lema: «Cor Jesu, fons evangelizationis pauperibus» (‘El Corazón de Jesús, fuente de la evangelización de los pobres’).

    El Corazón de Jesús expresa el amor de Jesucristo, que entrega su vida «para que tengamos vida en abundancia» (cf. Jn 10,10), y que «Dios es amor» (1Jn 4,8). El Corazón de Jesús es la persona entera de Jesucristo, que nos ama, vista desde su interior. En la tarde del Viernes Santo, «uno de los soldados le traspasó el costado con la lanza» (Jn 19,32) y así el Padre nos presenta a su Hijo como el que siempre tendrá el corazón abierto.

    Las imágenes de Nuestra Señora de Argeme, de la Montaña, de Guadalupe, nos recuerdan siempre la solicitud de la Madre de Dios, que cuida de sus hijos peregrinos en este valle de lágrimas. En Extremadura estas advocaciones son una permanente expresión de la universalidad y de la evangelización que siempre caracterizó el alma de los extremeños.

    Evangelizar es la misión de la Iglesia y una llamada continua a descubrir cuál es la vocación más profunda de todos los bautizados que, como pueblo de Dios, caminamos por estas tierras, al encuentro definitivo del Señor. Que los pobres sean evangelizados es lo que repite Jesús como signo de que está entre nosotros el Reino.

    Los pobres también son llamados a evangelizar nuestro mundo donde, en ocasiones, prevalece el “tener” y la “eficacia”. Sólo los pobres podremos avanzar y llevar a esta humanidad sedienta de amor a las fuentes de Agua Viva (cf. Jn 4,10).

    En el escudo de Malpartida de Cáceres hay un castillo. Siempre he tratado de vivir siendo muy fiel a mis raíces extremeñas. En el grabado del castillo de mi pueblo he visto mi espiritualidad teresiana del castillo interior, que santa Teresa de Jesús explicó de modo profundo y sencillo.