Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Rey que muere sin techo

25 de noviembre de 2007


Publicado: BOA 2007, 496.


Último domingo del año litúrgico; en él leemos un pasaje de san Lucas impresionante que, de algún modo, cierra el cuadro que abrió el evangelista con la gran promesa del enviado del Dios, que se anuncia a una jovencita de Nazaret: ella va a tener un hijo, a quien deberá poner por nombre Jesús. Esos eran los términos de la promesa. ¡Qué burla cuando, al final de su evangelio, san Lucas nos relata en qué se ha convertido la gran esperanza de un Salvador para su pueblo! Su trono se ha convertido en el lugar del martirio de la cruz; sus compañeros son dos criminales que le flanquean a izquierda y derecha, y en lugar de un homenaje recibe este rey los sarcasmos de los que le han preparado ese “trono”.

¿Se termina así el sueño de un rey tan esperado? No. Jesús, crucificado aquí sobre la cruz, es a pesar de todo el Salvador tan esperado. Y no son los poderosos y los sabios quienes se percatan de ello, sino uno de los dos malhechores que está a su lado. Esas son las paradojas del Evangelio. Y desde esa manera aparente de “fracasar” Jesús, al morir de este modo, todo el mundo de valores ha cambiado sin duda, porque éste que muere sin techo, a la intemperie, es el Hijo de Dios, que ofrece su vida para que la injusticia de los hombres no tenga la palabra definitiva. Él ha resucitado y la vida cambia de perspectiva: los últimos serán los primeros. Se inaugura así un nuevo tipo de relaciones entre las personas y con el universo entero, basadas no en dominación, sino en el respeto mutuo.

Pero hace falta creer que esto es verdad. La vida de las personas sin hogar, los llamados «sin techo», nos recuerda que existe en nuestra sociedad un grupo no pequeño de personas, cuyo problema no puede ser obviado. Son también imagen de Cristo muerto en la cruz, desnudo, juntos a otros desnudos, que hemos de atender, porque si vives en la calle, lo que para otros son buenas noticias, para ellos puede ser una malísima experiencia. Su vulnerabilidad se agrava por un deterioro físico y psíquico tremendo.

Cáritas, junto con otras organizaciones, aspira a llamar la atención sobre el estado de los sin techo, en lo que se refiere al acceso a la salud, y denunciar las barreras que sufren para lograr ese acceso las personas que padecen ausencia de espacio físico para vivir. Son los que están literalmente en la calle, que, junto a ese mal, añaden su pobreza cuando están enfermos. No son pocos, pues se habla de unas 30.000 personas sin techo en España y de 273.000 en infraviviendas.

Los cristianos proclamamos que Cristo es el alfa y omega de los tiempos, Señor de la historia; pero proclamamos sobre todo que su señorío es el de quien libera de toda forma de sumisión y opresión, que nos da la libertad del Espíritu. Las causas de por qué hay tanta gente sin techo son de diversa índole, pero muchas tienen que ver con nuestra insensibilidad ante la situación concreta de este colectivo; en el fondo, con la falta de amor y justicia entre los humanos. Es preciso que reaccionemos para que el problema no aumente, sino que una esperanza se abra paso en nuestra sociedad para estos hermanos nuestros.