Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Necesidades

9 de diciembre de 2007


Publicado: BOA 2007, 499.


Con frecuencia pienso en cómo lograr que los fieles católicos de Valladolid, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, sacerdotes, religiosos y otros consagrados, vivan mejor el Evangelio y que Cristo sea realmente el Señor de nuestras vidas. Este pensar no es exclusivamente mío; lo comparto con muchísimas personas: mis vicarios, los delegados de pastoral, los párrocos, los religiosos que trabajan en la Diócesis, los padres, los catequistas, los jóvenes y también con las monjas de clausura.

Las preguntas que nos hacemos son, más o menos, éstas: ¿cómo lograr una buena iniciación cristiana con una catequesis adecuada? ¿Cómo evangelizar a los que están alejados o no han tenido oportunidad de conocer a Cristo? ¿Cómo entusiasmar a los padres para que ellos sean quienes anuncien y transmitan a sus hijos la fe en la persona adorable de Jesucristo? ¿Cómo lograr una formación continuada para gozar de una liturgia bien celebrada y de la verdad de Cristo? ¿Cómo poner la semilla de la necesidad de pertenecer a grupos cristianos, e invitar a ir más allá de la dimensión personal de la fe, para vivir esa comunión que es el apostolado asociado? ¿Cómo hacer para que la vida responda a la fe que Jesús nos ha dado, para que se logre una verdadera dimensión social de esta fe a través del esfuerzo por abrirse a la justicia de Dios y a los más pobres? Son muchas preguntas, pero tengo necesidad de hacerlas.

Yo sé que es el Espíritu Santo el alma de la Iglesia, que el más interesado en que la Iglesia funcione bien es Cristo, su Fundador. Y me lleno de esperanza porque muchas veces veo su acción en vosotros, queridos cristianos, en vuestra generosidad y valentía. Pero un obispo no debe estar nunca satisfecho, ni de sí mismo ni de lo conseguido por todos. Por eso, veo una oportunidad estupenda —no es la única— en el impulso que la Acción Católica General quiere dar con sus movimientos a la colaboración fraterna de los fieles laicos, con cierta estabilidad y organización parroquial y diocesana. Se trata sencillamente de impulsar en las parroquias esos movimientos generales de niños/adolescentes (junior), jóvenes (Jóvenes de ACG) y adultos de Acción Católica General, para ayudar a que exista un laicado maduro y consciente, misionero y comprometido, que no tenga vergüenza de su fe. Para ello están reunidos los tres movimientos en una Asamblea compartida en este fin de semana (6 al 9-12-07 en Huesca).

Que en cada parroquia los fieles laicos estén vinculados y comprometidos en el desarrollo de la vida parroquial, que sean capaces de evangelizar los diferentes ambientes en los que está enclavada la parroquia, pienso que es el deseo de todo párroco. La Acción Católica General, con sus tres movimientos, que quieren darse una nueva configuración para poder servir mejor en la parroquia, es una apuesta esperanzadora para ello y por la que hemos de orar al Señor.

Cada vez es más necesario vivir la fe en nuestra parroquia y sentirnos Iglesia diocesana, Iglesia católica, con unas ayudas efectivas para crecer en la fe. Los niños y adolescentes desaparecen de nuestras parroquias, los jóvenes no resisten los embates contra la fe y se sienten solos y sin ambiente, y los adultos necesitan volcar su vida en las generaciones que vienen, para transmitirles la fe de modo íntegro. ¿No serán necesarios, pues, en nuestras parroquias estos movimientos generales de la Acción Católica que, insertos en ellas, interaccionen con otros grupos parroquiales? Creo sinceramente que sí y se lo pido al Señor; a la vez oro por todos los laicos asociados en la riqueza inmensa en personas y grupos que tiene la Iglesia.