Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La encíclica sobre la esperanza (Spe salvi)

16 de diciembre de 2007


Publicado: BOA 2007, 500.


¿Se puede leer una carta del Papa como un palpitante artículo sobre un tema que te apasiona? Benedicto XVI lo ha conseguido con su preciosa encíclica Spe salvi, “En esperanza fuimos salvados” . Yo he disfrutado y mucho leyéndola. Quisiera ahora expresar adecuadamente lo que la carta dice, pero no podré hacerlo con la maestría del Santo Padre. Al menos intentaré narrarles lo que he sentido al leer la carta.

¿Nos da certeza la fe para el hoy, o se trata de algo para “la otra vida”? Los cristianos tenemos como distintivo que poseemos un futuro: no que conozcamos los pormenores de lo que nos espera, sino que sabemos que nuestra vida no acaba en el vacío. El Evangelio de Cristo no sólo nos comunica un contenido de cosas, sino que su comunicación comporta hechos favorables a nosotros, de manera que nos cambia la vida. «La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esta esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva», dice el Papa.

¿En qué consiste esta esperanza? Llegar a conocer al Dios verdadero, lo cual supone un encuentro real con este Dios. Así lo han sentido tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia. Sentimos que somos amados de manera definitiva, suceda lo que suceda. Por eso queremos que esta alegría pase a otros, llegue a ellos. Benedicto XVI dice que el cristianismo no trae un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco, Barrabás o Bar-Kokeba. Lo que Jesús ha traído es algo totalmente diferente: la posibilidad real del encuentro con el Señor, con el Dios vivo, algo que transforma por dentro y nos hace hermanos y hermanas unos de otros.

Por eso la fe es «sustancia —es decir, germen— de lo que se espera; prueba de lo que no se ve» (Hb 11,1). Con otras palabras: porque la realidad misma ya está presente en lo que vendrá, se genera en nosotros una certeza de fe. La fe, por tanto, no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe da ya algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una «prueba» de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es puro “todavía-no”. El hecho de que este futuro exista cambia el presente.

Aquí hay una novedad sorprendente que los cristianos no sabemos explotar ni vender convenientemente: la esperanza que trae Cristo crea una nueva libertad, una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el ser humano puede apoyarse. ¿Así que la fe cristiana es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida? Sí, y es un nuevo modo de vida, no sólo información o doctrina que se arrincona porque está superada. La fe nos da la vida eterna; pero, ¿quién quiere hoy la vida eterna? Más bien se rechaza. He aquí otro reto que afronta el Papa, pues no queremos morir, y los que nos aman no quieren que muramos, pero tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente. Lo que queremos realmente es “la vida bienaventurada”, es decir, la felicidad. Es preciso leer los n. 11-29 de la carta para ver cómo desarrolla Benedicto XVI este tema crucial de la felicidad/vida eterna, cuando vemos cómo la época moderna ha transformado la fe/esperanza cristiana en algo que realmente no es.

La carta Spe Salvi es el regalo de Adviento y Navidad que Benedicto XVI nos ha hecho a los católicos y a aquellos que buscan de verdad la solución de los grandes problemas humanos. Anímense a leerla.