Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

En tierra de nadie

2 de marzo de 2008


Publicado: BOA 2008, 95.


«En tierra de nadie». Así ha definido un sacerdote la situación de la mayor parte de los jóvenes en sus posicionamientos respecto a la fe y la Iglesia. Es sin duda una definición muy realista, pero que a la vez nos deja ver que es posible acercarnos a ellos, sin tener miedo, y mostrarles un camino de fe, con mucha paciencia, perspicacia y buena dosis de optimismo juntamente con un muy concreto realismo. En el trabajo pastoral con jóvenes, hay que tener muy en cuenta que ellos necesitan certezas, anhelan sinceridad, libertad y que la gran mayoría son muy prácticos, es decir, quieren conseguir lo que esperan lograr pronto, no a largo plazo.

Los jóvenes, creo yo, quieren tener a su lado personas que los acompañen, algo así como Jesús acompañó a los discípulos de Emaús. ¿Quieren encontrarse con Cristo? ¿Tienen alguna sed, semejante a la que muestra en lo profundo la mujer samaritana, que pide a Jesús un agua que le evite volver al pozo, como nos narra Jn 4? Cabe la duda, pero sí me parece que admiran a testigos gozosos que se hayan encontrado con Jesús y hayan apostado por Él toda su vida.

¿Y los que están alejados de la Iglesia, a la que consideran en ocasiones como si nada tuviera ésta que ver con Cristo? He ahí el reto, pues además a muchos jóvenes les acechan los falsos profetas de nuestro mundo, los que ofrecen felicidad aparentemente barata, pero muy cara, porque deja vacío por dentro. «¿Qué hacer?», le preguntaba un sacerdote joven al papa Benedicto. Merece la pena ver lo que respondió el Santo Padre (Encuentro de Cuaresma con el Clero de Roma 2008, pregunta 2) .

«¿Qué puedo decir?», responde el Papa. Es muy difícil para un joven de hoy vivir como cristiano. El contexto cultural, el mediático, ofrece un camino muy diferente al de Cristo. Parece incluso que hace imposible ver a Cristo como centro de la vida. Sin embargo, Benedicto XVI cree que muchos jóvenes perciben cada vez más la insuficiencia de todas esas propuestas, de ese estilo de vida, que al final los deja vacíos. Por eso los jóvenes deben siempre percibir que no decimos palabras que no hayamos vivido antes nosotros mismos, sino que les hablamos porque hemos encontrado y tratamos de encontrar cada día la verdad como verdad de nuestra vida.

«Escoge la vida. Tienes ante ti la muerte y la vida: escoge la vida». Es la propuesta de la Biblia (cf. Dt 30,15-20). Normalmente el ser humano escoge la vida, quiere la vida. Pero el problema está en cómo encontrar la vida, en qué escoger, en cómo escoger la vida. Y ya conocemos las propuestas que normalmente se hacen: tienen que ver con un sentido de la libertad como si fuera escoger todo lo que a uno le apetezca. Pero ese es un camino de mentira. La vida es Dios. Esto es fundamental. Sólo así nuestro horizonte es suficientemente amplio. Es preciso comprender que quien avanza por el camino sin Dios, al final se encuentra en la oscuridad, aunque pueda haber momentos en que parezca que hemos hallado la vida.

Y este Dios no es un desconocido, ni una hipótesis: es Jesucristo. Lo conocemos por su rostro. Es hombre y Dios. Siendo Dios, escogió ser hombre para que nosotros pudiéramos elegir a Dios. Por tanto, hay que entrar en el conocimiento y luego en la amistad de Jesús para caminar con Él. Y esto es posible porque Cristo no pertenece al pasado. Está presente en su cuerpo, que aún es de carne y hueso: es la Iglesia, la comunión de la Iglesia. ¡Fantástico! Nada podremos hacer con los jóvenes sin la experiencia vital de la comunidad cristiana, con una sólida vida sacramental, en la que podemos palpar también lo que a nosotros nos puede parecer muy lejano: la presencia del Señor.