Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta semanal

Pasión

16 de marzo de 2008


Publicado: BOA 2008, 98.


Va a comenzar la Semana Santa. El cristiano que viva como tal y no sólo como alguien que sigue los imperativos de la antropología social —lo que se lleva en cada momento, pero que no me cala— ha de apreciar estos días fijando su mirada en Cristo. Encontrarse con Jesús, que nos perdona los pecados porque se los confesamos ante un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación, es una inmensa alegría, que únicamente se da en nuestra fe de forma plena, dando cumplimiento al perdón de Dios en el antiguo Israel.

Además de esto, los que veneramos la pasión del Señor tenemos que contemplar de tal manera, con la mirada del corazón, a Cristo crucificado, que reconozcamos en Él nuestra propia carne. A ninguno de los pecadores se nos niega nuestra parte en la cruz, ni existe nadie a quien no auxilie la oración de Cristo. Si ayudó incluso a los verdugos, ¿cómo no va a beneficiar a los que se convierten a Él? Es buena ocasión la Semana Santa, católicos que me escucháis o leéis, para detenerse en estos días y saber que podemos encontrarnos con Jesús como en los días en que lo conocimos mejor.

Se invita a todo el pueblo cristiano a disfrutar de las riquezas del paraíso, y a todos los bautizados se les abre la posibilidad de regresar a la patria perdida, a no ser que nos cerremos a nosotros mismos aquel camino que quedó abierto, incluso ante la fe del ladrón arrepentido. No dejemos, pues, que las preocupaciones y la soberbia se apoderen de nosotros, de modo que renunciemos a conformarnos a nuestro Redentor, a través de sus ejemplos. Porque Cristo no dejó de hacer ni sufrir nada que fuera útil para nuestra salvación.

Porque, ¿a quién excluyó Jesús de su misericordia? ¿Quién de nosotros no tiene nada en común con Cristo, si Él se hizo carne? ¿Quién no reconocerá en la humillación y el dolor de Cristo sus propias debilidades, cuando le vea experimentar a Él la tristeza y las lágrimas de compasión? Nuestro es el que, por tres días, yació exánime en el sepulcro y, al tercer día, resucitó; y el que ascendió sobre las alturas de los cielos hasta la diestra de la majestad del Padre. Hemos de ponernos de la parte de Jesús, no de quienes le condenaron y le condenan hoy en los pobres, sencillos, enfermos, tristes, angustiados, solitarios.

¿Es posible vivir hoy la Semana Santa? ¿Cómo vivirla con rigor y hondamente? Acércate a confesar tus pecados que embotan tu bautismo y tu vida cristiana; participa en la Liturgia de los días santos: la Misa en la Cena del Señor el Jueves; la celebración de la Muerte de Cristo el Viernes y la Resurrección en la Noche pascual o el Domingo de Resurrección. Aprovecha, si te ayudan, en los preciosos desfiles procesionales, con el espíritu genuinamente vallisoletano. Resucitarás, sin duda. Recobrarás la alegría cristiana, porque los necios, los pillos, los violentos, los manipuladores, los mentirosos, los que hacen el mal no triunfarán.